Un grupo de parlamentarios corruptos, alegando que “representa” al 90% del electorado catalán, y con la cobertura explícita del rojo Zapo, elaboró un estatuto dirigido contra la línea de flotación de la Constitución. Su concepto de la democracia es el de Hitler o el Frente Popular: “con los votos en la mano puedo echar abajo la ley democrática”. En realidad sólo se colocan fuera de la ley. Ellos y su estatuto.
Esta vulneración sustancial tenía que ser seguida por otra de forma: el referéndum consiguiente vulnera las normas legales, como ha expuesto el catedrático de derecho constitucional Carlos Ruiz Miguel, en un texto cuyo título he tomado prestado.
Si un golpe de estado consiste en la asunción, por algún órgano del mismo, de facultades que no le corresponden, y su imposición al conjunto de la nación, entonces estamos ante un golpe de estado en toda regla. Si tales cosas se aceptan, queda abierto el campo a la arbitrariedad del poder, al despotismo. Hay sociedades que lo han aceptado. La nuestra no debe hacerlo, si desea realmente la paz y la libertad.
Por desgracia, los partidos opuestos han caído en la trampa: piden el NO, y con ello entran en el juego. Tendrían que haber pedido la abstención, y lanzar una magna campaña explicativa, dentro y fuera de Cataluña, de las razones que vuelven el estatuto ilegal, golpista y antidemocrático. Han perdido, ¡otra vez!, una gran ocasión de parar el golpe y de hacer, al mismo tiempo, pedagogía democrática, cada día más necesaria ante la perversión de los conceptos hoy en boga.
Dos observaciones más: el estatuto anticatalán, por antiespañol, ha servido, además, de prenda y garantía ante la ETA. Era el plan alternativo al de Ibarreche-Ternera. Apenas aprobado por un parlamento envilecido, los asesinos se dignaron declarar una “tregua”, y sus colaboradores de la Moncloa lanzaron al vuelo todas sus campanas mediáticas para aturdir al pueblo español e impedirle percibir la evidencia. Nos traen la paz de los corruptos y los asesinos, la destrucción de la ley por la alianza entre ellos.
Y de nada valdrá recurrir a un Tribunal Constitucional presidido por una señora que comparte las tesis del PNV, un partido que nunca aceptó la Constitución. A ese extremo de degradación hemos llegado.
No lo aceptamos de ningún modo. La ciudadanía tiene que rechazar la gigantesca estafa. La Infame Alianza parece muy fuerte y se jacta triunfalmente del éxito de sus maniobras ante una oposición de guardería infantil, minada además por sus agentes. Pero es un gigante con pies de barro. La historia lo ha demostrado ya muchas veces.
Esta vulneración sustancial tenía que ser seguida por otra de forma: el referéndum consiguiente vulnera las normas legales, como ha expuesto el catedrático de derecho constitucional Carlos Ruiz Miguel, en un texto cuyo título he tomado prestado.
Si un golpe de estado consiste en la asunción, por algún órgano del mismo, de facultades que no le corresponden, y su imposición al conjunto de la nación, entonces estamos ante un golpe de estado en toda regla. Si tales cosas se aceptan, queda abierto el campo a la arbitrariedad del poder, al despotismo. Hay sociedades que lo han aceptado. La nuestra no debe hacerlo, si desea realmente la paz y la libertad.
Por desgracia, los partidos opuestos han caído en la trampa: piden el NO, y con ello entran en el juego. Tendrían que haber pedido la abstención, y lanzar una magna campaña explicativa, dentro y fuera de Cataluña, de las razones que vuelven el estatuto ilegal, golpista y antidemocrático. Han perdido, ¡otra vez!, una gran ocasión de parar el golpe y de hacer, al mismo tiempo, pedagogía democrática, cada día más necesaria ante la perversión de los conceptos hoy en boga.
Dos observaciones más: el estatuto anticatalán, por antiespañol, ha servido, además, de prenda y garantía ante la ETA. Era el plan alternativo al de Ibarreche-Ternera. Apenas aprobado por un parlamento envilecido, los asesinos se dignaron declarar una “tregua”, y sus colaboradores de la Moncloa lanzaron al vuelo todas sus campanas mediáticas para aturdir al pueblo español e impedirle percibir la evidencia. Nos traen la paz de los corruptos y los asesinos, la destrucción de la ley por la alianza entre ellos.
Y de nada valdrá recurrir a un Tribunal Constitucional presidido por una señora que comparte las tesis del PNV, un partido que nunca aceptó la Constitución. A ese extremo de degradación hemos llegado.
No lo aceptamos de ningún modo. La ciudadanía tiene que rechazar la gigantesca estafa. La Infame Alianza parece muy fuerte y se jacta triunfalmente del éxito de sus maniobras ante una oposición de guardería infantil, minada además por sus agentes. Pero es un gigante con pies de barro. La historia lo ha demostrado ya muchas veces.