Recuerdo que en aquella época, la guardia civil caminera, visitaba a menudo el cortijo. Para el tío abuelo, eran un instrumento represivo del "tito Paco". Para el abuelo, eran una garantía del orden, la tranquilidad y la paz. Para titas y titos, eran paisanos que habían podido desertar del arado y cumplían su función en los dos mundos: el claro y el oscuro, traspasando con frecuencia las lindes de ambos. El mundo claro, era la rectitud, el orden, la suma perfección, el camino hacia el futuro y olía a Chanel, a winston y a bienestar. El mundo oscuro se componía de pobreza, de imperfecciones, de sufrimiento, de represión y de hambre y olía a Baron Dandy, a col frita y a celtas cortos. Servidor, aún no captaba esos matices, pero si recuerdo el olor intenso a violeta en una praderilla cercana al cortijo, y como ese olor, inflamaba los anhelos, turbando deliciosamente el espiritu. Y hoy, aún recuerdo el olor a violeta y el sabor áspero y dulce del primer beso...