LAS LAGUNILLAS: Llegaba la primavera y con ella el tío abuelo. Con...

Llegaba la primavera y con ella el tío abuelo. Con un sol deslumbrante, me cogía de la mano y vagabundeábamos por las cercanías del cortijo. Un día, fuimos a dar, a una encina enorme, antigua, de sombra acogedora. Y allí nos sentamos, Comenzó a discursear, como si yo fuera mayor, hablando de la nostalgia que sentía, lejos de nuestra querida tierra. Contó, irónicamente, que había tenido que irse, porque los del mundo claro, le cerraron todas las puertas... y ventanas, al no pensar como ellos. Al principio lo pasó mal. Es como si de pronto arrancáramos esta encina, dejándola en desamparo, con las raíces desnudas, fuera de la tierra; de su tierra, me dijo. Otras veces íbamos a la praderilla de las violetas, donde también habían otras flores. Allí flotaba un perfume intenso e hipnótico. Nos tumbábamos en la yerba fresca y decía, que nada mejor para activar los recuerdos, que un olor o un perfume. Y así pasaban las horas.