MI VIDA Y MI MUERTE
Montoro, tú me diste la vida,
y tú me darás la muerte,
no porque suba tus cuestas,
si no por tanto quererte.
Me arrancaron de tus piedras,
de tus poyatos y tus fuentes,
de tus liguitas pizarras
y de tus blancas paredes.
Jamás podrán reprocharme
que a mi pueblo renunciara,
porque lo defiendo a muerte
aunque la sal me negara.
Mi recuerdo es una plaza
y una fuente sobre mármol,
un naranjo verde en alza
y una gran fila de cántaros.
Pero ya no queda nada,
no hay naranjo ni fuente,
solo morriña y recuerdos
de este que tanto te quiere.
Dichosos los montoreños
que aún viven en el pueblo,
por haber tenido la suerte
de haber cumplidos sus sueños.
Yo quisiera pueblo mío
poder morir en tus calles,
que en este Madrid hastío
de cementerios tan grandes.
Montoro, tú me diste la vida,
y tú me darás la muerte,
no porque suba tus cuestas,
si no por tanto quererte.
Me arrancaron de tus piedras,
de tus poyatos y tus fuentes,
de tus liguitas pizarras
y de tus blancas paredes.
Jamás podrán reprocharme
que a mi pueblo renunciara,
porque lo defiendo a muerte
aunque la sal me negara.
Mi recuerdo es una plaza
y una fuente sobre mármol,
un naranjo verde en alza
y una gran fila de cántaros.
Pero ya no queda nada,
no hay naranjo ni fuente,
solo morriña y recuerdos
de este que tanto te quiere.
Dichosos los montoreños
que aún viven en el pueblo,
por haber tenido la suerte
de haber cumplidos sus sueños.
Yo quisiera pueblo mío
poder morir en tus calles,
que en este Madrid hastío
de cementerios tan grandes.