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MONTORO: Estamos en cuaresma y ante la Semana Mayor, Montoro...

Estamos en cuaresma y ante la Semana Mayor, Montoro saca sus pasos para hacer su itinerario como cada año. Pero, debemos preguntarnos si somos humildes como Cristo nos dijo en sus Bienaventuranzas. ¿Lo somos?

¿Somos humildes?
La humildad es una virtud de realismo desde la perspectiva de la evolución espiritual, consiste en ser conscientes de las limitaciones y en actuar de acuerdo con tal conciencia, es decir: la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo. El existencialismo de la vida nos hace ser prepotentes para ser más que otro o para superarnos a nosotros mismos, pero nos olvidamos de que el querer serlo sin escrúpulos podemos hacer que otros se sientan humillados y avergonzados. Se puede ser importante sin tener que humillar a nadie. Hay quien puede ser prepotente porque tiene cualidades para ello y es humilde, y hay quién tiene limitaciones y se comportan de forma prepotente, que es peor que serlo..
La humildad tambien es una cualidad humana y es aplicada a toda aquella persona que se considera pequeña e insignificante frente a su misma existencia o a Dios según si se habla en términos teológicos. La humildad requiere que una persona sea modesta y vivir sin pretensiones. ¡Pero!, ¿Somos humildes? ¿Hay alguna persona que no piense alguna vez que es mejor o más importante que otra?. Creo que no, no admitimos ser humildes, porque tememos que nos confundan con ser humillados y sentir esa sensación vergonzosa. No por ser humilde se tiene que sentir una persona humillada, no es lo mismo. El concepto de la humildad en varias confesiones es a menudo mucho más exacto y extenso, pero el fin es el mismo.
El poder hace a muchas personas ser prepotentes y superiores a las demás, y eso puede provocar que pierdan otras virtudes como son por ejemplo: La caridad, la misericordia, el perdón y sobre todo el amor, y adquieren otros defectos pero que para ellas son virtudes; se hacen egoístas, individualistas e incluso narcisistas, solo se quieren a ellas mismas.
Jesús nos dijo que fuéramos humildes y mansos. ÉL tenía poder, pero fue humilde desde su nacimiento hasta su muerte, y por nosotros y nuestros pecados fue humillado ante Pilato, (¡ojo! era prefecto, no procurador de Judea) pero si romano y estricto burócrata en cumplir las leyes de Roma, este, viendo que no se imponía a la plebe sino que surgía un tumulto considerable, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: "yo soy inocente de la sangre de este Justo: vosotros veréis”
Para ser humildes, deberíamos fijarnos en las bienaventuranzas, porque este mundo no nos gusta. Todos hemos sentido alguna vez de escapismo. “Que se pare el mundo que yo me bajo” porque esto resulta inaguantable. Bajarse o buscarse un paraíso perdido o encerrarse en un jardín narcisista o volver al seno materno.
El hombre con su orgullo está enfermo; debe de ser un mal de fondo o dirección equivocada, una falta de sentido y de valores, una crisis existencial; pero el hombre sigue luchando a pesar de esa infelicidad, sigue ciego, lo que al hombre le falta es tener alma, porque presentamos un escaparate pero vacío por dentro. Estamos creando un mundo de cosas, pero sin “la cosa”, sin corazón. Decía Madre Teresa que la enfermedad principal del hombre, no es la pobreza o la guerra, es la falta de amor, sin corazón, la ciudad más deprimida de la ciudad del hombre. Nos inunda la ceguera, hombres tan inteligentes como nos creamos y no sabemos resolver los principales problemas que nos afectan, prevaleciendo una cultura de muerte. Buscamos solo el interés inmediato, a costa de destruir lo que sea, incluyendo la supervivencia de la propia especie.
Cristo nos invitó a ser su modelo, a ser humildes como Él lo fue, a dar un sentido a la vida como nos enseña el evangelio. Debemos de imitar a María nuestra Madre a aceptar como Ella aceptó, que siendo la más pequeña, Dios la hizo la más grande. Eso quiere nuestro Padre Dios de nosotros, Él ya nos enseñó a ser humildes como Él lo fue, Él viene a nuestro encuentro, pero no es más cierto que ¿huimos?, si, sin darnos cuenta, pero lo hacemos, huimos de nosotros mismos.
Un ejemplo de humildad podemos encontrarlo en la princesa Santa Isabel de Hungría. Nació el año 1207 y murió viuda en Hamburgo a los 24 años de edad, vivió entregada a la meditación de las cosas celestiales y después de la muerte de su esposo, abrazó la pobreza y erigió un hospital en el que ella misma servía a los enfermos. La vida de Santa Isabel ha sido embellecida por sus hagiógrafos con numerosos cuentos que ha llegado a conocerse como la “Leyenda dorada” Sin embargo los datos fundamentales son históricos y revelan la gran humildad y caridad de la Santa
¡Montoreñ@s! Hagamos nosotros lo mismo, y el Martes Santo, pongámonos la túnica de la Humildad y sigamos el camino que Jesús nos enseñó, sin vacilaciones sin miedos y con amor, pero no solo este día o la Semana Santa, sino, todos los dias del año, porque la humildad es uno de los caminos que nos lleva al Padre.
Abusan del poder
por el cargo que ocupan,
y la ley les protege;
pero no saben que están vigilados,
y que su poder no les valdrá
porque Él que supervisa,
... ¡YA SABEIS QUIEN ES!.
Blas Acosta Ruano.