Recuerdo los paseos con el tío abuelo hasta el huerto, parándonos siempre bajo un viejo sauce, de ramas nudosas, que arropaba a la fuente; cerca, habían algunos perales, varios cerezos y manzanos, granados, membrillos y dos grandes higueras. Más abajo, unos bancales de judías y varias colmenas y a continuación, una casilla, ya muy castigada por los años, en la que se guardaban aperos y herramientas: un arado, azadones, escardillos, amocafres, horcas, y hasta una guadaña, también trampas o cepos de ... (ver texto completo)
En el cortijo se trabajaba de sol a sol, incluidos sábados y domingos, en diversas y duras tareas, y aunque la familia tenia una incipiente conciencia de clase, un tanto simple e ingenua, -el abuelo no-, era muy difícil, por no decir imposible, revindicar pequeñas mejoras y ajustes, para que las cosas fueran mas llevaderas, porque los señores eran alérgicos a todo eso y ponían mil trabas, ante las tímidas peticiones de mis tíos y tías. Así, todo continuaba inamovible. Ello hacia que el tío abuelo, ... (ver texto completo)