FERIA DE SANTIAGO (en los días más cercanos al 25 de julio)
Nace la feria de Santiago abrazada en las calores del estío cordobés, allá por los días mágicos de Santiago y “Santana”, tan "señalaitos" en la copla. Sus orígenes me son ajenos y habría que buscarlos en viejas adoraciones al apóstol, patrón del
caserío, y otras manifestaciones temporeras de las gentes de este núcleo campesino... Migraban durante esta época del año los hombres a los cortijos, a la recolección del trigo, la cebada, el garbanzo y otros cereales, y, según refieren los lugareños, aprovechaban estos días de Santiago para ir de “viajá”, a pie, por viejos
senderos, desde más allá del nacimiento del Jaco, del Trinidad, del Pedrique...., para ver la
familia, pelarse y “vestirse”, que así referíanlo en sus saludos, y encuentros, en los
caminos y en sus
calles y
plazas. Eran estos días motivo de los pocos excesos que esta gente humilde podía permitirse: se mataba la gallina, criada la más de las veces con este propósito, engordaba el puchero, y... crecía la familia...
Por la respuesta a la pregunta 29 de la encuesta del Catastro de Ensenada, se sabe que el 1753,
Santa Cruz no celebraba ninguna feria. Los orígenes de nuestra feria arraigan dentro de las
costumbres y ritos religiosos montillanos,
pueblo al que perteneció más de 150 años, posiblemente después de su agregación en el año 1846. Por una
columna publicada en los años 20 del pasado siglo, pudiera pensarse que en estas fechas, la festividad de Santiago Apóstol no tenía rango de feria, y más bien constituía una
fiesta local, cuya única programación era la celebración de una función religiosa. Nada más se comenta en la referida columna, al margen de la calidad del discurso realizado por el párroco y otros pormenores, de lo que se puede deducir que la organización de la carrera de cintas fue circunstancial y motivada por los ilustres invitados a la ceremonia religiosa. También, y siendo un tanto atrevido, quiero ver en esta carrera de cintas el origen de la tradicional “carrera de cintas en
moto con paquete” que iría perdiendo el
caballo, el burro y el mulo con el paso de los años para ser sustituidos por los primeros ciclomotores y el susodicho “paquete”.
En nuestros días, pasados los tiempos de capacha y alpargata, tornadas las acémilas por nuevas
carretas de más de cien
caballos, la Feria de Santiago, sigue congregando a todos los vecinos al calor del estío y de ese orgullo que producen las cosas diferenciales, marcadoras del carácter de cada comunidad, ya no salen de “viajá”, ni matan la gallina, ni acuden al encuentro en la barbería. Hoy caminan los sueños infantiles, y bailan, y se escancia el vino entre rumores de conversación en la caseta. Son unos días de lúdicas empresas, de concursos, de actividades diversas. de hospitalidad campiñesa. Su ubicación fue migrando desde el llano de las
Escuelas de Orientación, la
plaza de
Andalucía y el llano de los cotos escolares (hoy convertido en plaza)
No son muchas las casetas que se instalan en el improvisado ferial (a la espera de que se decida y se pueda construir un
parque multiservicio que de acogida a esta y otras actividades lúdicas y de esparcimiento diario), al igual que tampoco son muchos los vecinos de esta villa perdida en el
mar de la campiña. La Peña Galguera, el Partido Comunista, la Caseta
Joven, Guaguancó, y alguna otra, como la caseta municipal, conforman el recorrido de tapa y copa del mediodía, antes de que aprieten las calores. Los breves “cacharritos” y puestos buscan
alojamiento entre los solares cercanos. Competiciones deportivas, concursos infantiles, de dominó, de
baile y la programación de las casetas, completan el programa ferial ategüense en esos “días tan señalaitos se Santiago y Santana” en los que el rey sol hace de las suyas.
CARNAVAL (variable)
La Luna, tan influyente en los corazones humanos, determina las andanzas de Don Carnal y Doña Cuaresma. Será la luna nueva, "a lúa das noites longas", la luna de los luperos, quien levantará el telón de la farsa, rondando magias antiguas en que el lobo solía habitar en el alma de los hombres. Se pierden los orígenes de estas
fiestas en el albor de los tiempos, existiendo hipótesis que las relacionan con las fiestas griegas y
romanas, aunque, también podría decirse que se trata de la representación del paganismo frente al cristianismo, y de así tal, que muy a su pesar, caminan comandadas, en su fecha, por el calendario litúrgico, aunque no es meno cierto, que el referido calendario, está fuertemente arraigado a antiguos ritos mágicos y de confluencias lunares. Más, he de significar también, que su precesión a la Cuaresma, le ha hecho conferir y mantener su paganismo originario y que muchos han sido los que echaban el resto antes de entrar en tiempos de penitencia. Ser lo que parece, ó no ser lo que es, unidos a intencionalidades sociales y psicológicas, hacen del carnaval, mas que el imperio de Don Carnal, la revuelta de las quejas y frustraciones, siempre adobadas con la picaresca y el sarcasmo natural del pueblo. En la provincia de
Córdoba las Injurias, manteos de Juas, corridas del gallo, etc., eran propias del Carnaval en otros tiempos. Tuvo también gran arraigó la
costumbre de celebrar los tres jueves anteriores a la Cuaresma: Jueves de Compadres, Jueves de Comadres y Jueves Gordo, ó Lardero, que aún se mantienen en villas cercanas a Santa Cruz (como
Fernán Núñez), así como la de quebrar ollas ó pucheros, hermana del “cantarito quebrao”, y los
juegos de columpio que tenían especial protagonismo en las
romerías y salidas campestres.
En Santa Cruz, según me dice José María Serrano Carriel, “el esfuerzo y tesón de dos maestros: D. Juan
Puerto y D. José Valdés, consigue involucrar a los niños del
colegio, y algunos padres, entre los que se encontraba Manuel Serrano “Manolete”, y ponen en la
calle la primera cabalgata de Carnaval en el pueblo.” Pero no fue este el primer reencuentro con la farsa carnavalesca de Santa Cruz, ya que, según la misma
fuente, “algunos años antes, Manuel Serrano, ya había creado junto a algunos
amigos una murga…”Manolete y sus porrinos”, que actuaban en la feria y en las fiestas de forma totalmente altruista y con la única intención de entretener y sacar alguna sonrisa.
Las correrías carnavalescas de “Manolete y sus porrinos” solo habían comenzado y, corriendo el año de 1988, “Manuel Serrano, escribe, dirige y participa, junto a sus hijos, José María y Cristóbal Serrano, y un
amigo, Antonio Dios “el Nono“, en una aventura que conquisto a toda la ciudad de Córdoba, con la creación de un cuarteto ”El chismorreo de la sala espera" que, dada la aceptación que tuvo entre los aficionados a este “noble
arte popular”, les animó a participar, ese mismo año, en el concurso oficial de agrupaciones carnavalescas de Córdoba, consiguiendo el primer
premio en esta modalidad.”
ROMERÍA DE
SAN ISIDRO (fin de semana más cercano al 15 de mayo)
Sin duda, la festividad de San Isidro en Santa Cruz, no obedece a la
tradición cristiana. Cierto es que la villa, es lugar de jornaleros y muy pequeños campesinos, pero la devoción a los
santos nunca fue significativa. Los hechos de facto, así lo demuestran. Habría que buscar esta festividad ategüense en su maridaje con
Montilla (como la feria de Santiago) y a las supersticiones promovidas por la
iglesia cristiana. Según he podido recoger de la memoria popular, esta romería, o día de convivencia vecinal, tenía lugar en un paraje de las riberas del arroyo Abentojil, en tierras del cortijo de La Retosa. Más tarde se traslada a una alameda de las riberas del Guadajoz, próximas al caserío del cortijo de la Reina, para terminar, después de un tiempo de imprecisión por la ribera del Guadajoz, en el actual paraje del
camino de la Vega.
Es evidente que, este
santo, llego al alma campesina en muchos lugares de
España y que sus celebraciones (como patrón de los campesinos), se extendieron a lo largo de toda la geografía. Para Santa Cruz es una fiesta profana más, donde el perol y la convivencia vecinal destacan sobre creencias y devociones. Llama la atención que la romería no está precedida (o presidida), por ningún santo, liturgia o acto religioso. Los vecinos salen al
campo a compartir el yantar y el beber según los aguantes (hasta dos días). No se premia la devoción, si ésta no se entiende hacia el vino de Moriles, o Montilla, o hacia el arte de preparar “el perol de arroz”. Concursos de Carrozas y peroles son el leitmotiv de esta celebración ategüense.
FIESTA DE LA PATATA
La Vega de Santa Cruz comparte la siembra intensiva con la
huerta, y de esta actividad agrícola surge en su día la llamada “Fiesta de la Patata”. Su origen es muy reciente y como consecuencia de una gran cosecha de este tubérculo traído por Colón desde el continente americano. Un grupo de vecinos, ante aquella abundancia, decidieron organizar una fritada de papas revueltas con huevo, a la que se acompañaría con gazpacho blanco (ajoblanco: sopa fría a base de ajos, vinagre, aceite y sal, combinados con habas secas,
pan, piñones,
almendras, u otro producto para dar consistencia a la masa, a la que, una vez terminada, se le añade
agua al gusto de cada cual). Entre este grupo estaba Francisco Serrano Dios, dueño del
restaurante Ategua y, en cierta medida, promotor de aquel evento. Muchos fueron los hortelanos que aportaron patatas para aquella improvisada fiesta, así como ajos, aceite, huevos, etc. La fiesta fue todo un éxito. El lugar, las inmediaciones del Restaurante Ategua, donde se sirvió un plato de patatas revueltas con huevo y un vaso de gazpacho a todo el que acudió (con derecho a repetir, si así se deseaba).
Vista la aceptación de esta especie de verbena, o fiesta de la recolección, se volvió a organizar durante varios años, hasta que los abusos, la falta de colaboración, y otras vicisitudes propias de los pequeños núcleos urbanos, dieron al traste con aquella peculiar celebración.