Si
amigo Julio, no en vano fue mi
casa durante mis primeros 10 años de vida; también recuerdo el miedo grandísimo que le tenía a Antonio Morcilla, con su bastón, su sombrero y una especie de saco a cuestas, el motivo no lo se pero le temía como a una vara verde.
Hubo dos casos más, también inolvidables para mí, como fueron, la de una persona apodada El Loro, que habló con Antonio Gómez y otros niños que jugábamos en la
puerta del cuartel momentos antes de morir y el acompañamiento al entierro de
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