ROMANCE DEL CONDE QUE PISO UNA MIERDA
Fue un día de suerte negra
que tañeron las campanas
algo flojillas… Quizás
por el viento que soplaba.
En la calle poca gente.
Casi desiertas las plazas.
Perros de mirada triste
con el rabo entre las patas.
El Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña,
se enamoro - ¡pobre conde!-
de una morita simpática
que andaba moviendo el culo
por las calles de Granada.
Mora de extraña hermosura,
mezcla de mora y cristiana;
Ojos verdes, pelo negro
y la piel azafranada.
Mora que cuando reía
tan negros dientes mostraba
que preguntándole a coro:
“Tu ¿Qué dentífrico gastas?”
El Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña
la vio y le dijo muy fino:
“ ¡Estás que muerdes de guapa!
¿Menudeo contigo el paso
y hablamos de circunstancias?
Soy Conde de la Siringa…”
Y ella con zorra mirada
claveteando estrategias
pensando en barcos y en barcas
y oteando un horizonte
de joyas y buena casa
respondió:”Pues señor mío,
si quiere… hablamos mañana,
que, hoy, voy al conservatorio
a tomar clases de flauta…
y llevo prisa” “Di ¿donde
mañana será tu gracia?”
“Pues como morita soy…
nos veremos en la Alambra,
que me recuerda el encanto
de mi Corte de Alifafa”
El Conde de Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña
beso aquellos largos dedos
de la morita simpática.
No durmió esperando el día
de echar al aire una cana…
o, echar todo el peluquín,
que la ocasión pintan calva.
Llego al jardín - ¡Dios que tarde!-
Un frío que masticaba
le hizo decir: Pobre mora
ojala no se enfriara
y lo que es horno caliente
se le convirtiera en escarcha.
…No aparece…Esta no viene…
¡Ay, morita de Alifafa
desde que hablamos ayer
estoy en gilipollandia.
Y el conde pasea… se frota
y el aire casca que casca.
Pregunta el conde por ella,
da indicios… y una fulana
le dice, encendiendo un puro,
“esa mora de quien hablas
por puta y escandalosa
se la han llevado los guardias.
Si irte de vacío no quieres…
¡Aquí esta Pepa la Graja!”
El Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña,
atónito soltó un taco
y rompiendo la baraja
gritó con púas en los ojos
y el la boca una navaja:
¡Me cago el la leche negra,
esto es una cabronada!
Un culebron como este
ni mi abuela se lo traga.
Retrocedió sin mirar
y dio un pisotón con rabia
sobre una mierda reciente;
una mierda grande y blanda;
una mierda de algún perro…
o, de una persona guarra
que en un apretón de tripas
decoro el suelo de caca.
Arrastro el conde los pies.
La hediondez le intoxicaba.
A veces que pena da
tener la nariz tan larga.
Salio de allí echando pestes,
y tapándose la cara.
Maldecía desesperado
a todos los que cagaban.
“Que a un hombre de mi abolengo
le pasen cosas tan raras,
ni está escrito ni seré
yo quien cuente tal hazaña.”
Y el Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña,
en su casa sin ser visto,
entró por la puerta falsa
mascullando: Y yo me cago
en la corte de Alifafa!
Fue un día de suerte negra
que tañeron las campanas
algo flojillas… Quizás
por el viento que soplaba.
En la calle poca gente.
Casi desiertas las plazas.
Perros de mirada triste
con el rabo entre las patas.
El Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña,
se enamoro - ¡pobre conde!-
de una morita simpática
que andaba moviendo el culo
por las calles de Granada.
Mora de extraña hermosura,
mezcla de mora y cristiana;
Ojos verdes, pelo negro
y la piel azafranada.
Mora que cuando reía
tan negros dientes mostraba
que preguntándole a coro:
“Tu ¿Qué dentífrico gastas?”
El Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña
la vio y le dijo muy fino:
“ ¡Estás que muerdes de guapa!
¿Menudeo contigo el paso
y hablamos de circunstancias?
Soy Conde de la Siringa…”
Y ella con zorra mirada
claveteando estrategias
pensando en barcos y en barcas
y oteando un horizonte
de joyas y buena casa
respondió:”Pues señor mío,
si quiere… hablamos mañana,
que, hoy, voy al conservatorio
a tomar clases de flauta…
y llevo prisa” “Di ¿donde
mañana será tu gracia?”
“Pues como morita soy…
nos veremos en la Alambra,
que me recuerda el encanto
de mi Corte de Alifafa”
El Conde de Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña
beso aquellos largos dedos
de la morita simpática.
No durmió esperando el día
de echar al aire una cana…
o, echar todo el peluquín,
que la ocasión pintan calva.
Llego al jardín - ¡Dios que tarde!-
Un frío que masticaba
le hizo decir: Pobre mora
ojala no se enfriara
y lo que es horno caliente
se le convirtiera en escarcha.
…No aparece…Esta no viene…
¡Ay, morita de Alifafa
desde que hablamos ayer
estoy en gilipollandia.
Y el conde pasea… se frota
y el aire casca que casca.
Pregunta el conde por ella,
da indicios… y una fulana
le dice, encendiendo un puro,
“esa mora de quien hablas
por puta y escandalosa
se la han llevado los guardias.
Si irte de vacío no quieres…
¡Aquí esta Pepa la Graja!”
El Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña,
atónito soltó un taco
y rompiendo la baraja
gritó con púas en los ojos
y el la boca una navaja:
¡Me cago el la leche negra,
esto es una cabronada!
Un culebron como este
ni mi abuela se lo traga.
Retrocedió sin mirar
y dio un pisotón con rabia
sobre una mierda reciente;
una mierda grande y blanda;
una mierda de algún perro…
o, de una persona guarra
que en un apretón de tripas
decoro el suelo de caca.
Arrastro el conde los pies.
La hediondez le intoxicaba.
A veces que pena da
tener la nariz tan larga.
Salio de allí echando pestes,
y tapándose la cara.
Maldecía desesperado
a todos los que cagaban.
“Que a un hombre de mi abolengo
le pasen cosas tan raras,
ni está escrito ni seré
yo quien cuente tal hazaña.”
Y el Conde de la Siringa
Don Fausto Pitos de Ocaña,
en su casa sin ser visto,
entró por la puerta falsa
mascullando: Y yo me cago
en la corte de Alifafa!