El acceso principal se encontraba en el centro de la
plaza, un segundo acceso iba a dar al
edificio de la Audiencia; un tercero se encontraba junto al actual
Ayuntamiento y al cuarto –con un
túnel de más de 70 metros- se accedía junto a la sacristía de la
iglesia de
San Miguel. El quinto acceso, aún de más longitud, fue el más complejo de realizar al tener que evitar los cimientos de la
torre de la iglesia, tal y como relataba el combatiente Críspulo Márquez. Y es que, entre otras cuestiones, la torre de la iglesia no se quiso derruir porque sus
campanas servían entonces para avisar a la población de los ataques.
Todos los accesos confluían en una amplia sala abovedada, dividida en cinco naves sustentadas en una docena de pilastras, donde se utilizaron los materiales propios del lugar. Las paredes y pilastras se construyeron hasta media altura con el granito que salía de las excavaciones y que es identidad de esta tierra. Y el resto de la construcción se hizo con ladrillos rojos que fueron traídos en su momento de la
finca Loma del Caballero. La edificación de las
bóvedas sobre las pilastras persiguió mantener una techumbre de gran fortaleza para el objetivo que perseguía, como era proteger de los ataques de la aviación a los civiles.