NOTAS SOBRE EL PASADO DE
VILLARRUBIA
Hace 2.000 años, aunque no existiese un asentamiento tan compacto y definido como en el momento actual, ya existían en las inmediaciones de la actual barriada ciertos enclaves rurales. Un número no definido de villas
romanas, al amparo de las fértiles tierras de la Vega de
Córdoba y de los manantiales y
pozos que en ella existían, se arracimaban en las inmediaciones de la antigua
vía Córdoba-
Sevilla, que se extendía por la margen derecha del Guadalquivir y que discurría por lo que hoy son la Cañada Real Soriana y la
Carretera de Palma del
Río. En tan remota época fueron precisamente esas fértiles tierras las que debieron convertir a Villarrubia y sus inmediaciones en un ámbito atractivo para el desarrollo de la
agricultura de secano y regadío, proporcionando a dicha área una indiscutible vocación agraria.
En el siglo XV la documentación histórica nos sigue recordando esa vocación agraria. A finales de dicha centuria se constata la existencia del Cortijo El Rubio Bajo o Villarrubia, situado donde actualmente se asienta del denominado Cortijo de Villarrubia. Tras la Reconquista y tras un breve periodo como tierra bajo la tutela directa de la Corona de Castilla, fue enajenada en forma de latifundio y convertida en señorío. Concretamente fue en el año 1614 cuando Felipe III entregó algo más de 700 fanegas del predio de Villarrubia a la
Casa del Conde de Bobadilla, cuyas raíces se encontraban en la localidad malagueña de Antequera. Junto al predio de Villarrubia se situó otro gran señorío, éste aún más antiguo que el de Villarrubia. Nos referimos al predio de Las
Cuevas, con más de 5.300 fanegas y que en 1446 sería entregado por el Rey Juan II al Conde del Saúco. De cualquier forma, durante los siglos a los que hemos hecho referencia y hasta fecha muy reciente, en tales extensiones predominó el desarrollo de la agricultura extensiva de secano y la
ganadería, siendo escaso el desarrollo de un hábitat poblacional importante, a excepción de los cortijos tradicionales, o la presencia de una industria representativa.
Ejemplo de esa situación agraria extensiva lo muestra cierta documentación fechada a mediados del siglo XVIII. En ese momento es señorío de Villarrubia contaba con 722 fanegas y el aprovechamiento de sus tierras se centraba en la existencia de 10 fanegas de regadío con
hortalizas y frutales interpolados, 700 fanegas de secano de cereal y 12 fanegas a pastizales.
Tal vocación agraria perduraría hasta bien entrado el siglo XX. En el primer tercio de este siglo la economía agraria de la barriada experimentará una sustancial transformación paisajística y económica gracias a la puesta en marcha de la Zona de Regadío del Guadalmellato. Tal circunstancia afectará ala totalidad de las variables paisajísticas, demográficas y económicas de la barriada. El desmoronamiento en el siglo XIX de los señoríos y mayorazgos, y el auge de una clase social burguesa y agraria en la Córdoba de principios del siglo XX, protagonizarán el desarrollo de iniciativas de modernización y transformación agrícola en la totalidad de la Vega de Córdoba.
La construcción de canalizaciones, el suministro de
agua a los cultivos, la construcción de nuevas
vías de comunicación y otras mejoras terminaron provocando cambios sustanciales. Se introdujeron nuevos cultivos de regadío y se posibilitó el desarrollo de una agroindustria hasta el momento desconocida en la zona. En el caso de Villarrubia destacó la instalación en los años treinta, de la Azucarera
San Rafael y en los cuarenta de La Pimentera propiedad de la casa Carbonell. Algo más tarde se instalará la factoría de levadura. La remolacha, las hortalizas y las mejoras agrarias ocasionadas por el regadío pronto trajeron el interés de una población llegada desde los
pueblos de Córdoba o las provincias de
Jaén Y
Granada.
Tal fue el interés demográfico suscitado por el desarrollo del regadío del Guadalmellato y sus industrias agrarias anejas que el propio Ministerio de Agricultura, a través de su Instituto Nacional de Colonización, propuso en los años cuarenta la conversión del antiguo Cortijo de Villarrubia en un
pueblo, al que dotaría de viviendas para labriegos y artesanos,
edificio consistorial,
cementerio, área de
deportes,
escuela e incluso propuso su futura conversión en municipio segregado de Córdoba. Tales propuestas no se llevarían a cabo tal y como el Instituto Nacional de Colonización las pensó, ya que la planificación y los programas dejaron paso a la más ágil acción de quienes venían a Villarrubia y se asentaban en viviendas construidas en las márgenes del ferrocarril, en las inmediaciones de la Cañada Real Soriana o en las incipientes urbanizaciones que se abrían en tierras del predio de Las Cuevas o de Villarrubia.
En los años cincuenta ya se había configurado el asentamiento de Villarrubia y presentaba un grado de consolidación urbana muy notable, aunque no de la forma en que el Ministerio de Agricultura había previsto en los años cuarenta. A mediados del siglo XX el asentamiento gravitaba alrededor de dos actividades principales: la agricultura de regadío sus inmediaciones y el sector agroindustrial representado por la Azucarera.
En los años setenta asistimos a una importante inflexión en la línea histórica de Villarrubia. Las extensas propiedades de regadío de sus inmediaciones se comienzan a segregar, se generan las primeras parcelaciones urbanas y el sector agrario tradicional comienza a perder protagonismo en valor del desarrollo de los aprovechamientos residenciales y los servicios. En los años noventa la Azucarera San Rafael, símbolo de ese pasado agroindustrial, cierra sus
puertas provocando una importante crisis en la economía y la población del
barrio. Tales circunstancias, unido a la proximidad de la ciudad de Córdoba y las buenas comunicaciones con ésta, convierten a Villarrubia y sus cercanías en un área demográfica cada vez más asociada a los aprovechamientos residenciales. La expansión urbana que ha experimentado en los últimos años el núcleo compacto de la barriada y la importante explosión parceladora de su entorno son buena prueba de tal circunstancia. Con todo, no cabe duda de que, a pesar de esos cambios acaecidos, Villarrubia sigue presentando singularidades que recuerdan su pasado agrario y las
costumbres y
tradiciones que durante siglos la particularizaron.
FRANCISCO NAVARRO PRIETO MARZO 2002
ALCALDE DE VILLARRUBIA