Cuando yo era niño, y no tan niño, en la feria del pueblo uno de los feriantes que no faltaba ningun año era un hombre alto y enjuto al que mis amigos y yo conocíamos como "el hombre bolígrafo". Este tenia un hijo de nuestra edad que siempre le acompañaba. Ayer, en Córdoba capital, me crucé con él, su cara no ha cambiado nada y su cuerpo es semejante al de su padre; me dió alegria el verlo y su presencia me hizo recordar aquellos tiempos de la niñez.