La última vez que hablamos era verano y ella estaba sentada a la entrada de su casa, contándome el malestar que le provocaban las heridas, pero no estaba hundida, parecía que tenía poca cosa, que no era importante.
Otra en su lugar estaría llorando y quejándose de su suerte y ella estaba allí con los pies destrozados y hablaba y sonreía como si tuviese una rozadura de un zapato.
Sentí gran admiración por ella entonces.
Su imagen con sus grandes ojos azules y las cejas oscuras, su boca menuda, su sonrisa, forman parte de mi infancia en Agrón.
Cuando mi madre me dijo que había muerto no pensé en ella enferma: la recordé con trece o catorce años, llevando uno de aquellos chalecos de punto que nos hizo la Amparo con la letra gigante de la inicial de nuestro hombre en el pecho. Yo tenía uno horrible con una H gigante, y ella llevaba una T y siempre pensé que a ella le sentaba mejor que a mí. Y me acordé de aquellas canciones de Camilo Sexto que nos gustaban entonces. Del club. De los paseos por la carretera. De las tardes en la casa de su abuela, jugando a hacer caricaturas de gente del pueblo mediante mímica.
Y, pensé, que si su presencia está en mi infancia tan fuerte, y ahí no puede morir, en el corazón de la gente que ha formado parte de su vida día a día, vivirá con tanta intensidad, que mientras ellos vivan ella también vivirá también.
Un beso Toñi.
Otra en su lugar estaría llorando y quejándose de su suerte y ella estaba allí con los pies destrozados y hablaba y sonreía como si tuviese una rozadura de un zapato.
Sentí gran admiración por ella entonces.
Su imagen con sus grandes ojos azules y las cejas oscuras, su boca menuda, su sonrisa, forman parte de mi infancia en Agrón.
Cuando mi madre me dijo que había muerto no pensé en ella enferma: la recordé con trece o catorce años, llevando uno de aquellos chalecos de punto que nos hizo la Amparo con la letra gigante de la inicial de nuestro hombre en el pecho. Yo tenía uno horrible con una H gigante, y ella llevaba una T y siempre pensé que a ella le sentaba mejor que a mí. Y me acordé de aquellas canciones de Camilo Sexto que nos gustaban entonces. Del club. De los paseos por la carretera. De las tardes en la casa de su abuela, jugando a hacer caricaturas de gente del pueblo mediante mímica.
Y, pensé, que si su presencia está en mi infancia tan fuerte, y ahí no puede morir, en el corazón de la gente que ha formado parte de su vida día a día, vivirá con tanta intensidad, que mientras ellos vivan ella también vivirá también.
Un beso Toñi.