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CORTIJO DE LOS CIRUELOS
El cortijo de los Ciruelos está situado donde desemboca la rambla que tiene su mismo nombre y al pie de la cuesta de la estación de Alicún y Cabra del Santo Cristo. Es un cortijo de equipamiento labriego, aunque Hipólito y su esposa Amor, vendían arrobas de vino a los ambulantes que hacían una parada para refrescarse bajo los chopos de la acequia, o para comer unas migas de pan redondo, que endurecido se echaba en remojo para tal fin. Los Ciruelos,
a pesar de su robustez y modestia, tienen una larga historia,
dedicada abnegadamente a la agricultura, sacando lo mejor que da la tierra y socorriendo de lo que fuese necesario, a mucha gente que transitaba, por la que era y es, una carretera, aunque su estado físico, fuese en realidad, un mal camino de baches y chinarros. Hoy aún queda gente que lo habita, pero su deterioro es visible y palpable.
Todos los cortijos tienen historias, leyendas y anécdotas que en el transcurso de la vida, inevitablemente se producen.
En los juncos y la retama
dejé mi ropa tendida
mientras un día me bañaba
en los lagos de la rambla
bajo el sol del medio día
me la robaron sin reparo
y jamas apareció,
cosas del ser humano
que desnudo me dejó
y entre los pinchos descalzo.
El barranco del Enebro
la riada se llevó
reliquias de mi secreto
y cartas, que un corazón
me escribió con sentimiento
de un amor imposible
que ni en ensueños, he pronunciado
y solo en mis sueños vive
y en cartas de papel mojado.
El cortijo de los Ciruelos está situado donde desemboca la rambla que tiene su mismo nombre y al pie de la cuesta de la estación de Alicún y Cabra del Santo Cristo. Es un cortijo de equipamiento labriego, aunque Hipólito y su esposa Amor, vendían arrobas de vino a los ambulantes que hacían una parada para refrescarse bajo los chopos de la acequia, o para comer unas migas de pan redondo, que endurecido se echaba en remojo para tal fin. Los Ciruelos,
a pesar de su robustez y modestia, tienen una larga historia,
dedicada abnegadamente a la agricultura, sacando lo mejor que da la tierra y socorriendo de lo que fuese necesario, a mucha gente que transitaba, por la que era y es, una carretera, aunque su estado físico, fuese en realidad, un mal camino de baches y chinarros. Hoy aún queda gente que lo habita, pero su deterioro es visible y palpable.
Todos los cortijos tienen historias, leyendas y anécdotas que en el transcurso de la vida, inevitablemente se producen.
En los juncos y la retama
dejé mi ropa tendida
mientras un día me bañaba
en los lagos de la rambla
bajo el sol del medio día
me la robaron sin reparo
y jamas apareció,
cosas del ser humano
que desnudo me dejó
y entre los pinchos descalzo.
El barranco del Enebro
la riada se llevó
reliquias de mi secreto
y cartas, que un corazón
me escribió con sentimiento
de un amor imposible
que ni en ensueños, he pronunciado
y solo en mis sueños vive
y en cartas de papel mojado.