Iba pasando el verano cuando un pastorcillo cantaba al compas de los cencerros del sonido que desprendían y que el más apreciaba y al paso de la tarde cuando el sol ya se alejaba el iba mirando los farallones de las laderas de La Rambla de los Anchos, pensando en las horas que van pasando con el avance de las sombras que por el este se van alejando. A la caída de la noche el rebaño se seguirá alimentando esperando la llegada de la madrugada y el ira mirando algún momento de pausa para ir descansando, y a la llegada de la mañana cuando el sol vaya calentando las plegara al sesteo, permitiéndole poder descansar para llegada la tarde volver a trabajar, con el rebaño que de nuevo tendrá que alimentar.