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ATARFE: Querido Guillermo, sin duda la jubilacion es un placer...

Eran los años cincuenta, vivía en la calle "de los Cedazos", que en la dictadura se le llamó General Primo de Rivera, en esta época no había agua potable en las casas, había que buscarla con cántaros a los pilares de la plaza del ayuntamiento y del álamo gordo, situado cerca de la iglesia, también solía repartirla "Eladio" con una cuba tirada por un mulo, tampoco había alcantarillas y todas las calles estaban sin asfaltar, solo la calle real que estaba adoquinada, por donde pasaba, cada tres cuartos de hora, el tranvía con su jardinera que cubría la línea de Granada a Pinos Puente.
El 19 de abril de 1956 a las seis y media de la tarde aproximadamente, yo tenía once años y estaba jugando a futbol en la placeta de Don Gonzalo y por varios fallos seguidos, (la verdad es que era bastante malo jugando), me echaron del equipo y subiendo, todo triste hacia mi casa, antes de llegar a la plaza del ayuntamiento, ocurrió lo inesperado, un gran terremoto sembró el pánico en toda la población, recuerdo casas caídas y todas quedaron dañadas con muchas grietas, también recuerdo que vino Franco y que hizo mandar a Regiones Devastadas para rehacer todo lo que estaba dañado. Como la escuela quedó arruinada, se habilitó un secadero de tabaco para terminar el curso escolar, para el siguiente curso se montaron unos barracones en lo que hasta entonces había sido el campo de futbol que durante varios cursos sirvieron de escuela.
Los veranos eran muy calurosos y mi hermana Consuelo me obligaba hacer la siesta cada día, cuando podía, me escabullía y salía al patio a cazar avispas, (de esto mi hermano Eugenio era un experto), las que se posaban en el agua del barreño para beber, las empujaba hacia adentro, una vez inmóviles las sacaba, les quitaba el aguijón, a todas menos a las caretas, que eran las que tenían los ojos azules, estas no picaban, luego las ponía al sol y las ataba con un hilo de coser por las patas, mas tarde revivían y salían volando todas juntas. En estas horas de calor me atraía mucho observar la actividad de las hormigas, todas caminando en perfecta hilera, ¡como transportaban los granos de trigo ¡y los introducían en el hormiguero, era una perfecta labor de equipo, yo me preguntaba ¿como se comunicaban?, ¿quién daba las ordenes?. Durante la recolección del trigo no dejaban de subir los carros tirados por las yuntas de bueyes, guiados por el gañán, cargados con las mieses en dirección a las eras, muchas veces nos despertaban de la siesta los golpes de las ruedas al coger los numerosos baches que había en la calle, también eran frecuentes las reatas de burros con sus cargas a veces de leña y a veces de trigo; con frecuencia solían pasar, el vendedor de garbanzos tostaos que los solía vender o intercambiar por garbanzos crudos, el vendedor de plátanos de canarias, de este tengo gravada su imagen y su grito de venta ¡PLAAAATANOS CANAAAARIAS ¡, el recovero con los pollos, Federico el gitano hojalatero, el afilador con su flauta, etc. Como en esta época no había televisión y eran muy pocos los que tenían radio, cuando el sol se ponía y las faenas de la casa estaban más o menos terminadas solían sentarse en las puertas de las casas las personas mayores a "tomar el fresco", habían terminado la guerra civil y la guerra mundial y estos eran temas frecuentes de conversación, la comunicación y relación entre vecinos era mucho más abundante que en la actualidad. Una de las cosas que más influyó en mi personalidad fueron las conversaciones que escuchaba cuando iba a cortarme el pelo a la barbería del "MINERO", habían luchado todos en el frente republicano y contaban todas las anécdotas y penurias que habían pasado en las cárceles y en los campos de concentración, me di cuenta de que eran personas entrañables, que no se parecían nada a la imagen que algunos trataban de hacernos ver de rojos con rabo y con cuernos.
Los inviernos eran bastante fríos y por las noches nos agrupábamos alrededor de la mesa de camilla con el brasero de picón encendido, escuchando, los pocos que tenían, la radio en la que además de oír el “parte” que comenzaba con el himno nacional y lo retransmitían todas las emisoras, aunque estaba prohibido, tratábamos de sintonizar la Pirenaica para oír los mítines de la Pasionaria.
Los domingos por la mañana, mi madre nos despertaba a todos para ir a la misa de diez con el anciano cura Don Salvador: ¡NIÑOS ARRIBA ¡¡que ha dado el segundo toque; ¡a partir de ese momento comenzaban las guerras y las carreras para ir al lavabo y desayunar, yo, que era el más pequeño de los seis hermanos, siempre era el último. Al atardecer, la calle Real se llenaba completamente de gente paseando de un extremo a otro, parejas de novios, grupos de amigos, grupos de amigas, niños…., los mayores normalmente se refugiaban en los bares y el casino. Con el poco dinero que nos daban podíamos comprar algún caramelo en el quiosco de la “Chinita”, quizás un polo en el “Pistola” y como mucho ir a ver una película al cine de Benítez, pero al gallinero, que eran las cinco filas de arriba, aún me resuena el griterío cuando ganaban los buenos.
Los juegos siempre eran en la calle, rodando aros, la piola, la cheta, los santos, las canicas, las guerrillas con hondas en las eras y en la cantera chica, los partidos de futbol en la plaza de Don Gonzalo y en el terrizo, también intercambiábamos cromos de futbol, tebeos del capitán trueno y Mortadelo y Filemón. Siempre teníamos las piernas llenas de pupas por las caídas, con los pantalones cortos con tirantes y las sandalias de goma sin calcetines, el sudor y la tierra de la calle o el barro cuando llovía nos dejaba hechos un cromo, luego llegaba a casa y mi hermana me metía en el barreño y con un estropajo de esparto y el jabón lagarto me dejaba arreglado.
Eran muy variopintos los personajes populares del pueblo, el Maike con su carro haciendo recados, La Triana en su puesto de churros, sus comparsas en el carnaval eran simpatiquísimas junto con Miguel el de los pájaros, el alcalde era Don Alfonso Bailón, tanto el médico Don José Prados como el director de las escuelas Don Manuel Barranco, mi padre, eran dos personas muy reconocidas por su labor y dedicación a los demás, el policía municipal Jesús el de los pájaros, el cartero Melchor…….. etc.
Yo creo que somos lo que genéticamente nos formó, las vivencias que nos marcaron en nuestra infancia y lo que nosotros hemos conseguido en el transcurso de nuestra vida.
¡UN FUERTE ABRAZO ¡PAISANOS

Esa fue mi niñez, recuerdo con nostalgia cada uno de los personajes y de los acontecimientos de esos años.
Gracias por hacernos partícipes de estos recuerdos.
Un fuerte abrazo paisano.
Miguel Jimenez Jimena

Querido Guillermo, sin duda la jubilacion es un placer porque nos permite recrearnos en esos recuerdos tan sentidos que describes en tu texto. Precisamente hoy, en esa línea, me acorde de lo que yo viví y ahora recuerdo como un delito ecológico de primera magnitud, el dia en que cortaron el álamo gordo. Pensando que era imposible que existiera ninguna referencia en internet, sobre él, me quedé sorprendido de que si que existía: eran tus bonitos recuerdos, que a mi me han rememorado esos años de nuestras vidas que sin duda fueron incomparables. Eran un ejemplo de que se puede ser feliz con lo que se tiene, sin consumismo ni dilapidación de recursos, como los que ahora estamos viviendo. Un abrazo, Paco Pérez Jiménez