De verdad que aquellos tiempos fueron únicos e irrepetibles, más si como era mi caso éramos niños, que lo único que nos preocupaba era jugar y si nos íbamos a divertir más que el día anterior... cosa harto difícil aunque no imposible, pues cada día nuevo era una nueva aventura, un nuevo mundo por descubrir. Los mayores tenían otros problemas que nosotros aún no alcanzábamos a ver. Aquellos años eran años de estrecheces, y aunque gracias a Dios hambre no pasábamos, la vida era de otra manera, más austera, más sencilla. Pero es que tampoco nos creábamos las necesidades que hoy en día tenemos asumidas como inherentes a la condición humana, sin las que no podríamos vivir.
En aquellos años, con una pelota ya había más que suficiente, y si no con un tirachinas o un simple palo... y a veces hasta sin nada; el torillo de esconder, subir a un árbol o simplemente una excursión por el campo nos podían tener ocupados todo un día, y a veces nos faltaba día.
En aquel tiempo hicimos lo que teníamos que hacer... hoy hay que hacer otras cosas. La vida ha cambiado y nosotros con ella. Nuestra nostalgia de tiempos pasados a veces nos lleva a la situación traicionera de pensar que aquéllos fueron mejores, y no es así. Aquéllos fueron otros, aquéllos fueron distintos, con otras circunstancias, en otro entorno y nosotros con muchos menos años, muchísima menos experiencia de la vida, con menos necesidades creadas que las que hoy en día nos exigimos.
Cada tiempo y lugar tienen su marco propio, sus realidades, sus gentes. Ningún tiempo es mejor a otro, simplemente cambian las realidades y los lugares. Y con los años, también cambiamos las personas, que ya no vemos lo mismo ni con los mismos ojos...
Pienso que en cada momento de la vida, uno tiene que darse en cuerpo y alma a lo que hace; si es estudiar, pues estudiar hasta reventar, si es jugar, pues jugar hasta caer extenuado, si es amar, pues amar hasta la médula. Pero eso sí, siempre con los pies en la tierra (que eso no quita que dejemos volar a nuestra imaginación), teniendo muy presente dónde estamos y con quién estamos.
De nada vale querer a quien no está, o a quién pueda estar en el futuro... hay que querer al que está, y quererlo ahora, ya, pues el futuro siempre es incierto y nunca podremos saber hasta cuándo vamos a estar.
Amiga Tere, cuando nos hablabas de los tomates, yo me acordaba de los panes, aquéllos de los que yo daba buena cuenta cada vez que iba a ver a mis tíos. No recuerdo el nombre del panadero (¿tal vez Francisco?), pero recuerdo perfectamente el patio que había al entrar en la panadería pues mis tíos vivieron allí algunos años. Nada más entrar, el ambiente te daba una agradable bofetada a pan de pueblo recién hecho, a horno de leña, a gloria. ¡Qué tiempos!
Hace unos días, con motivo de haber venido mi hermano después de mucho tiempo, una mañana le di la alegría de que con ocasión de que íbamos a comer fuera, íbamos a ir a dar una vuelta por Baúl... y así lo hicimos.
Dentro de un rato colgaré unas fotos de dicha visita, como homenaje postrero a lo felices que fuimos allí en aquel tiempo, y a las personas con las que convivimos.
¡Que Dios nos ayude!
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