Querida Tania: hace ya casi diez días que no habría el ordenador, nunca estuve enferma, y mira por donde, ha sido este el invierno, sin ser de un frío terrorífico (Como aquellos vividos allí en Baúl, donde se nos helaban hasta las tuberías del agua, habrás visto el grosor de las paredes de la estación, pies aún así, teníamos que encender una hoguera con el fin de que el agua corriera. Cuando por vez primera he conocido de gripes varias, afortunadamente, voy saliendo, la salud, que allí mí cuerpo absorbió ha sido esencial, cuando tuve el gravísimo accidente, cuando tuve a nuestro cuarto hijo, esta vez hija, el paritorio se lleno de médicos, matronas y enfermeras, aunque había visto los ojazos y lo bien que estaba mí pequeña Ana, pregunte: ¿Pasa algo? Y, vaya que pasaba, tras tener cuatro, este era como si fuera el primer parto, he pasado a la histología médica, como uno de los poquísimos cuerpos perfectos, de los que se ven de mil en mil años, fue toda una anécdota, ya que no se me ocurrió decir otra cosa- Algo me tuvo que dejar de perfección también por fuera, hoy tendría un cuerpo de pan y moja. Si los hubieras visto reír, hasta en el suelo se revolcaron algunos/as, por ese mi buen humor
Tiempos hermosos pese al frio, lo compensaban aquellos veranos, en los que a la orilla de la acequia, espalda en el tronco de un árbol, me pasaba horas leyendo o escribiéndole al ser AMADO. Deliciosa niñez, adolescencia y parte de juventud la vivida en ese pueblo del que tanto aprendí, donde empezó lo más hermoso, lo más grande de nuestras vidas, sufrimos, pero el amor si es tan inmenso, e intenso, no hay quien con este grandísimo sentimiento, quien pueda, ya pueden calumniar, hablar mal en las tabernas de una niña, cuyo delito fue el de empezar a amar, al ser más generoso, inteligente, bueno, que Dios a los dos nos destino pueda.
Me tienes que hablar de tú abuela, es segurísimo que en el instante que escuche lo mínimo de ella, sabré de quien se trata y podré contarte cosas que entre nosotros pudieron ocurrir.
Hoy, todo el día me he acordado de San Blas, de aquellas excursiones, con el frio (Que seco y soportable era) Allá por la balsa del Romeral, menudas las paellas, la de jugar y aprender de la naturaleza.
Prometo que mañana te escribiré largo y tendido, si es que entras y me hablas de tu abuela y demás personas de tú familia.
Esta noche-amanecida, voy a descansar, leer otro poco en la cama. Recibe un cálido abrazo, de. Teresa.
Abrazo, que hago extensible a todos los bauleños.
Tiempos hermosos pese al frio, lo compensaban aquellos veranos, en los que a la orilla de la acequia, espalda en el tronco de un árbol, me pasaba horas leyendo o escribiéndole al ser AMADO. Deliciosa niñez, adolescencia y parte de juventud la vivida en ese pueblo del que tanto aprendí, donde empezó lo más hermoso, lo más grande de nuestras vidas, sufrimos, pero el amor si es tan inmenso, e intenso, no hay quien con este grandísimo sentimiento, quien pueda, ya pueden calumniar, hablar mal en las tabernas de una niña, cuyo delito fue el de empezar a amar, al ser más generoso, inteligente, bueno, que Dios a los dos nos destino pueda.
Me tienes que hablar de tú abuela, es segurísimo que en el instante que escuche lo mínimo de ella, sabré de quien se trata y podré contarte cosas que entre nosotros pudieron ocurrir.
Hoy, todo el día me he acordado de San Blas, de aquellas excursiones, con el frio (Que seco y soportable era) Allá por la balsa del Romeral, menudas las paellas, la de jugar y aprender de la naturaleza.
Prometo que mañana te escribiré largo y tendido, si es que entras y me hablas de tu abuela y demás personas de tú familia.
Esta noche-amanecida, voy a descansar, leer otro poco en la cama. Recibe un cálido abrazo, de. Teresa.
Abrazo, que hago extensible a todos los bauleños.