UNA TARDE DE REBAJAS: Ayer fue ocho de Julio de 2006. Mi esposa e hijas decidieron visitar algunas tiendas de ropa por ser época de rebajas. Sílvia y Moisés marcharon en coche. Tras ellos salimos, mi otra hija, María Rosa, mi esposa y yo, su destino Palafolls; un pueblo cercano a Pineda que tiene un encanto singular por tener formas de pueblo costero y solera de los de mar adentro. Tras una vuelta por las tiendas y comprar alguna ropa, decidimos tomar un aperitivo en un antiguo café aforado a una plaza pequeña cuadrada y con arcadas. Enfrente está el pequeño teatro con su fachada gris naranja. Dentro del recinto había varías mesas y en una de ellas, a su alrededor nos sentamos. La tarde animada con las conversaciones en tono desenfadado que caracteriza el ambiente del bar. Mi familia me hace el ojo de la crítica; mi aspecto a veces un poco olvidado, según ellas, requiere un aire renovado. Todo cobra a aire de pueblo, con sus gentes vestidas de limpio en su ambiente camaleónico rural. ¡Qué felices son los pequeños con su pelota por mundo!, sobre las mesas se ven abultados bocadillos, eso sí sabrosos, el suelo está brillante e inmaculado de un mármol de rosa de Portugal.
¡Qué fuerza por dentro me eleva! Como la piedra de la fachada de la iglesia, formando en su conjunto un regio templo, iluminado; su baja torre y sus redondos medallones, bien proporcionados, destacados por la vieja piedra.. Recorta secamente el cielo, ya oscuro, cálido y con estrellas. Todos, con nuestras almas, por el limpio y solitario pueblo, con la pureza de una alta noche de verano, sola clara y tierna. Este encanto contagioso, que tiene el pueblo a aire de pinar de sus vagas colinas, va dejando solitarias las calles, con sus comercios cerrados, los coches van desapareciendo, hasta dejar las calles anchas y casi desiertas. Es un poco tarde, es la hora del regreso. A.R.desde la calle de Mar.
¡Qué fuerza por dentro me eleva! Como la piedra de la fachada de la iglesia, formando en su conjunto un regio templo, iluminado; su baja torre y sus redondos medallones, bien proporcionados, destacados por la vieja piedra.. Recorta secamente el cielo, ya oscuro, cálido y con estrellas. Todos, con nuestras almas, por el limpio y solitario pueblo, con la pureza de una alta noche de verano, sola clara y tierna. Este encanto contagioso, que tiene el pueblo a aire de pinar de sus vagas colinas, va dejando solitarias las calles, con sus comercios cerrados, los coches van desapareciendo, hasta dejar las calles anchas y casi desiertas. Es un poco tarde, es la hora del regreso. A.R.desde la calle de Mar.