Había un personaje muy especial que visitaba el pueblo una vez o dos por semana, aquel hombre, entre los cincuenta años, chaqueta de pana descolorida y una romana en el hombro, a punto de pesar algun pollo o gallina que él insistentemente iba voceando, en aquel tiempo las cosas eran escasas, todo delgado hasta el mismo pollero, tenía la costumbre de coger el pollo, por las patas y soplar con fuerza sobre el cuello del animal y comprovar si su flaqueza era por falta de cebada o por las pulgas. Tiempos ... (ver texto completo)