UN RELATO CORTO ESCRITO CON EL CORAZÓN:
Y si tú, mi querida Sierra de Baza, fueses milagrosamente liberada de esa incipiente amenaza que persigue vaciarte las entrañas para alimentar al dios Portland. Si, por el inesperado respeto de los hombres, lograras ahuyentar a los gigantes de hierro que quieren comerse tu piel de tierra anciana y libar tus venas de agua cristalina. Si, por el amor que te tengo, otros muchos de mis hermanos decidieran protegerte con la luz brillante del conocimiento y las leyes para la naturaleza. Has de saber que nuestro destino sigue siendo el de enfermar como esclavos, fatídicamente resignados al capataz de la codicia humana. Pues vendrán grandes naos, repletas de un ejército de residuos alcalinos bajo las órdenes del general Clinker que, tras atracar en el puerto de la vecina Almería, recorrerán el desierto hasta ocupar tu valle del Zalabí, para incubar en él los virus de la nueva modernidad. Con la misma celeridad que un contingente de hunos, nos meterán el miedo en el cuerpo con sus repugnantes rituales de humo, polvo y ruido. Y el olor, el agrio olor que desprende la destrucción de nuestro ecosistema, acompañará nuestros días y nuestras noches. Los emisarios de las tierras conquistadas anteriormente aseguran que, tan solo, uno o dos decenios durará nuestra agonía y después se marcharán, siempre acaban por marcharse, dejando tras de sí la imagen desoladora de su inflamado deseo exterminador.
Y si tú, mi querida Sierra de Baza, fueses milagrosamente liberada de esa incipiente amenaza que persigue vaciarte las entrañas para alimentar al dios Portland. Si, por el inesperado respeto de los hombres, lograras ahuyentar a los gigantes de hierro que quieren comerse tu piel de tierra anciana y libar tus venas de agua cristalina. Si, por el amor que te tengo, otros muchos de mis hermanos decidieran protegerte con la luz brillante del conocimiento y las leyes para la naturaleza. Has de saber que nuestro destino sigue siendo el de enfermar como esclavos, fatídicamente resignados al capataz de la codicia humana. Pues vendrán grandes naos, repletas de un ejército de residuos alcalinos bajo las órdenes del general Clinker que, tras atracar en el puerto de la vecina Almería, recorrerán el desierto hasta ocupar tu valle del Zalabí, para incubar en él los virus de la nueva modernidad. Con la misma celeridad que un contingente de hunos, nos meterán el miedo en el cuerpo con sus repugnantes rituales de humo, polvo y ruido. Y el olor, el agrio olor que desprende la destrucción de nuestro ecosistema, acompañará nuestros días y nuestras noches. Los emisarios de las tierras conquistadas anteriormente aseguran que, tan solo, uno o dos decenios durará nuestra agonía y después se marcharán, siempre acaban por marcharse, dejando tras de sí la imagen desoladora de su inflamado deseo exterminador.