Con motivo de que a una plaza o una calle de Cojayar van a ponerle el nombre de deª Manolita, maestra que desempeñó su labor en la localidad durante cuarenta años al menos, y también porque soy amigo de toda la familia de esta persona, quisiera decir algo al respecto.
Me parece muy hermoso, con independencia de la amistad con su familia, que una maestra dedique cuarenta años de su vida a una población tan pequeña, con muy malas comunicaciones en su época y ejerciendo, además actividades ajenas a su profesión a las que no tuvo más remedio que hacer frente.
Seguramente la mayoría de los ciudadanos actuales de Cojayar no la conocieron y su nombre no les dirá mucho, pero a mí me gustaría que esa plaza o calle que van a dedicarle represente, a la vez que a su persona, los valores que trató de inculcar: el amor al vecindario; la dedicación absoluta a una causa tan noble como la enseñanza; la abnegación frente a la adversidad, la soledad, la incomodidad y la falta de alicientes materiales; valores como el altruismo, la amistad y la generosidad.
Estoy seguro que estos valores, que cada vez más desaparecen o se debilitan en nuestros días, permanecen vivos en Cojayar, en esos habitantes hospitalarios, en todas esas personas que han querido perpetuar la memoria de una maestra que les dedicó su vida.
Ojalá, aunque con los años desaparezca el recuerdo de deª Manolita , permanezca siempre, en esa plaza o esa calle, el sentido del amor, en el amplio sentido de la palabra, que ella representó.
Me parece muy hermoso, con independencia de la amistad con su familia, que una maestra dedique cuarenta años de su vida a una población tan pequeña, con muy malas comunicaciones en su época y ejerciendo, además actividades ajenas a su profesión a las que no tuvo más remedio que hacer frente.
Seguramente la mayoría de los ciudadanos actuales de Cojayar no la conocieron y su nombre no les dirá mucho, pero a mí me gustaría que esa plaza o calle que van a dedicarle represente, a la vez que a su persona, los valores que trató de inculcar: el amor al vecindario; la dedicación absoluta a una causa tan noble como la enseñanza; la abnegación frente a la adversidad, la soledad, la incomodidad y la falta de alicientes materiales; valores como el altruismo, la amistad y la generosidad.
Estoy seguro que estos valores, que cada vez más desaparecen o se debilitan en nuestros días, permanecen vivos en Cojayar, en esos habitantes hospitalarios, en todas esas personas que han querido perpetuar la memoria de una maestra que les dedicó su vida.
Ojalá, aunque con los años desaparezca el recuerdo de deª Manolita , permanezca siempre, en esa plaza o esa calle, el sentido del amor, en el amplio sentido de la palabra, que ella representó.