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LA HIGUERA DE FRASQUITO: Esta higuera verde, que va creciendo, primavera tras primavera, y que cubre la ventana del sur -saliente, mientras viví en la casa , hoy cerrada, se ha hecho dueña de la parata en la huerta. Frondosa y basta al mismo tiempo, no puedo mirar a Mandujar. Pasaban por su lado todos los tropeles, las mulas, las cabras, los hombres y ella tan frondosa y tierna, sigue inhiesta; sin vallado, sola, sin contaminarse de impureza alguna. Sube alguno la cuesta, toman el atajo o caminillo, espantando algún pajarillo, que con su vuelo corto y confiado, se resiste a dejar su hogar violentado. Cual una breve rama, llena de retorcidos higos de color ámbar y una gotita de miel en el ombligo. Caen escasas y estrelladas gotas, dejando señales con hoyos minúsculos sobre la capa gruesa de polvo. ¡ qué bellas están las flores de las malvas, de campanillas y de jamalgos, con alguna zarzamora y mariposas de colores, y blancas revoloteando. El que come higos, canta un estribillo balbuceando, como queriendo explicar, al caminante su injustificada estancia. Higuera de la huerta y a su gente de antaño, tú sigues año tras año, recordando, el buen gusto de tus sabrosos verdales. Desde el CAñO JORGE. A.R.
LA HIGUERA DE FRASQUITO: Esta higuera verde, que va creciendo, primavera tras primavera, y que cubre la ventana del sur -saliente, mientras viví en la casa , hoy cerrada, se ha hecho dueña de la parata en la huerta. Frondosa y basta al mismo tiempo, no puedo mirar a Mandujar. Pasaban por su lado todos los tropeles, las mulas, las cabras, los hombres y ella tan frondosa y tierna, sigue inhiesta; sin vallado, sola, sin contaminarse de impureza alguna. Sube alguno la cuesta, toman el atajo o caminillo, espantando algún pajarillo, que con su vuelo corto y confiado, se resiste a dejar su hogar violentado. Cual una breve rama, llena de retorcidos higos de color ámbar y una gotita de miel en el ombligo. Caen escasas y estrelladas gotas, dejando señales con hoyos minúsculos sobre la capa gruesa de polvo. ¡ qué bellas están las flores de las malvas, de campanillas y de jamalgos, con alguna zarzamora y mariposas de colores, y blancas revoloteando. El que come higos, canta un estribillo balbuceando, como queriendo explicar, al caminante su injustificada estancia. Higuera de la huerta y a su gente de antaño, tú sigues año tras año, recordando, el buen gusto de tus sabrosos verdales. Desde el CAñO JORGE. A.R.