2005-08-07 11:45:52
Cerca del Caño Jorge, está el Pilancón, Allí vivía un carretero, cuyo nombre todos imaginamos, era fuerte de carácter y mucho más físicamente. Su trabajo , le conducía a tratar con mulas, para su carro, ruedas con llantas de hierro, los fondos y laterales hechos de pleita de esparto. Por aquellos intransitables y estrechos caminos de barro , se requería mucha fuerza y paciencia en el quehacer diario de aquel tiempo. En el fondo era sensible , como un niño.¿ Cómo un hombre de manos rudas, trabajando con arena, piedra y barcina, pudiera tratar, con tanta exquisitez , las sonoras cuerdas de una guitarra?. Hombre de mirada directa y profunda, que en las tardes de verano , tú , con tu guitarra, hacías de reclamo, a los niños del barrio, llegaba alguien, lentamente se levantaba del soportal y vestido de limpio y con gallardía campechana, le ofrecía su silla. Tardes con sus veladas, casi interminables, lujo de arte, en un barrio rural, que sólo, se sienten voces entrecortadas y casi veladas, que venían de las eras altas. Cuando cesaba la máquina de limpiar el trigo, que con su ruido monótono, hacia de fondo, en aquel improvisado espectáculo, nosotros guardando distancia, sentíamos especial deleite, por aquellas notas, tan bien tocadas. Desde el caño . A.R.
Cerca del Caño Jorge, está el Pilancón, Allí vivía un carretero, cuyo nombre todos imaginamos, era fuerte de carácter y mucho más físicamente. Su trabajo , le conducía a tratar con mulas, para su carro, ruedas con llantas de hierro, los fondos y laterales hechos de pleita de esparto. Por aquellos intransitables y estrechos caminos de barro , se requería mucha fuerza y paciencia en el quehacer diario de aquel tiempo. En el fondo era sensible , como un niño.¿ Cómo un hombre de manos rudas, trabajando con arena, piedra y barcina, pudiera tratar, con tanta exquisitez , las sonoras cuerdas de una guitarra?. Hombre de mirada directa y profunda, que en las tardes de verano , tú , con tu guitarra, hacías de reclamo, a los niños del barrio, llegaba alguien, lentamente se levantaba del soportal y vestido de limpio y con gallardía campechana, le ofrecía su silla. Tardes con sus veladas, casi interminables, lujo de arte, en un barrio rural, que sólo, se sienten voces entrecortadas y casi veladas, que venían de las eras altas. Cuando cesaba la máquina de limpiar el trigo, que con su ruido monótono, hacia de fondo, en aquel improvisado espectáculo, nosotros guardando distancia, sentíamos especial deleite, por aquellas notas, tan bien tocadas. Desde el caño . A.R.