EL PASEO: Por los profundos caminos de la Melí, colgados de viejas y frondosas olivas, voy hacia el barranco. Observo los olivos cargados de sus últimas glorias, las paratas estrechas, sembradas de hierba con algunas florecillas rojas y violetas mirando al sol del mediodia. Los nerviosos pajarillos violentados con mi presencia, alzan su corto vuelo a una rama segura. El cielo vestido entre un azul velado y limpio, se derrama sobre las recortadas siluetas verdes olivas. Todo el pago desde la Venta está silencioso, ardiente y brillante. Allá abajo sin viento, el calor hincha los cirros de algodón flojo son los restos de nubes, pero mi caminar es seguro y corto por aquellas vereas empinadas y desfiguradas. Sabe a silencio y a canto de cigarras con sus monotonías rotas. El olor a hierba y a olivar, produce un estado difícil de definir, pero agradable. Llego al huerto, son unas paratas con sus olivas descoronadas a ran de tierra por alguien que prefiere lo ajeno. Mi regreso viene cargado de desilusión no antes de parar a refrescarme de aquella escarcha líquida que brota por doquier en aquella abandonada MELí. A.R. Desde el caño Jorge.