HERENCIA
Un anciano propietario de una cerca se senujtaba cada día en la entrada de su propiedad a disfrutar de una taza de café. En sus manos, siempre sostenía un trozo de
pan que ofrecía a un cuervo que se posaba en ese lugar. Como era habitual, el cuervo aguardaba la llegada del anciano para recibir su alimento, ya que lo reconocía. Día tras día, la misma escena se repetía: el anciano se sentaba en la entrada y el cuervo acudía para ser alimentado.
Con el transcurso del tiempo, el anciano
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