Soy María. Tengo 78 años y estoy en la
calle. Nunca pensé que llegaría a esto.
Las
noches son frías, y el cartón en el que me siento apenas amortigua la dureza del pavimento. Mi viejo abrigo, lleno de parches y con el olor de los años acumulado, apenas logra abrigarme. A veces pienso en mi
casa, aquella que vendí para ayudar a mis hijos. Nunca volví a verla, ni a ellos.
Cada día
camino con mi bastón, buscando algún
rincón donde el viento no me alcance. Mis piernas, que antes bailaban al ritmo de
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