Rutas turísticas
Freila nos recibe coqueta desde su
castillo árabe, una fortaleza que data del XII y que conserva una impresionante atalaya de mampostería que se erige desafiante como emblema de este bello
pueblo. Asomados a ella, el tiempo parece retroceder al
medievo: el legado musulmán en Freila se puede respirar. Unida al costado izquierdo de la
torre del Castillo, vestigios de la
muralla nos hace intuir su importante función defensiva de antaño.
Mirando al frente, observamos la fisonomía de blancas
terrazas de
cuevas sorprende al viajero por la luminosidad que desprenden y el contraste con las cárcavas que rodean la población. La erosión provocada por las
lluvias torrenciales dibuja sobre los barrancos y cerros una orografía única que se exhibe presumida ante el espectador en
colores rojizos o violáceos según la luz y la
estación que la envuelva. Este espectáculo se contempla majestuoso según nos dirijimos hacia el
embalse del Negratín, cuyas
aguas nos invitan a un baño en el lugar conocido como Cortijo del Cura. Se trata de un recóndito paraíso, único y desconocido, que combina alta
montaña,
playa y las vistas hipnotizadoras del gran Embalse.
Los lugareños dicen que la denominación del lugar, Cortijo del Cura, proviene de una antigua
casa, propiedad de un sacerdote, que quedó sumergida en el embalse como otras muchas
casas, de las que aún asoman
chimeneas y
tejados, cuando baja el nivel de sus aguas.
Sólo unos pocos privilegiados son los que conocen y disfrutan de todos los lujos que pueden reunir unas merecidas vacaciones en este lugar:
monte, playa, vistas de ensueño y tranquilidad a precios más que asequibles.
Con acceso directo desde la Autovía A-92, una sinuosa
carretera nos conduce desde el municipio hasta la playa de Freila. El apacible ambiente con que nos recibe el pueblo no hace sospechar ni por asomo que a tan sólo unos metros se esconde un pequeño paraíso que se ha convertido en el
refugio estival de lugareños y foráneos.
En este lugar, los cerros que delimitan el
Pantano se difuminan hasta confundirse con una playa de
agua dulce donde bañarse, a 800 metros de altura, contemplando el arrebatador contraste del
cielo con el rojizo oscuro de los montículos de los conocidos como bad-lands.
El pueblo de Freila recibe al visitante entre ancestrales cuevas y nuevas viviendas con vistas al Negratín, que dan cuenta de la transformación del entorno que ha supuesto el asentamiento de población atraída por el
paisaje y el sosiego de la vida en estos lares.
Lo cierto es que las hipnotizadoras vistas que este pequeño
rincón del altiplano granadino regala al visitante bien merece el disfrute de todos, del que ya disfrutan unos pocos locales que han encontrado en las orillas de este pantano todo un bálsamo de bienestar.
En los primeros tiempos sólo llegaban hasta aquí
familias de Freila y algunos
pueblos de la comarca, pero poco a poco empezó a ser frecuentado por turistas procedentes de Levante y, desde hace algún tiempo, también por europeos.
En la playa de Freila tampoco falta el velero o la tabla para los amantes del windsuf o la vela. Otros prefieren los hidropedales, el piragüismo, el remo o la
pesca deportiva. Hay también un chiringuito y, para quien prefiera más intimidad, hasta una recóndita cala naturista.
Esta paradisíaca zona de baño fue habilitada por el
Ayuntamiento de Freila nada más construirse el Pantano, aprovechando un entrante de sus aguas.
Cerca de la playa se encuentra el
camping municipal La Cabañuela, con capacidad para 350 personas. Se encuentra en un lugar tranquilo y a la vez muy próximo a la autovía.
Otra de las bellezas arquitectónicas que se pueden contemplar en Freila es la Torre del Maruq, una atalaya árabe que se asienta sobre un montículo con el embalse del Negratín de fondo, un paisaje donde el visitante se siente transportado a un mundo irreal en el que el silencio, el agua y el
pino con su inconfundible olor son los protagonistas incuestionables.
Por su puesto, el municipio ofrece
alojamientos turísticos en hermosas cuevas rehabilitadas para disfrute del visitante, como la
Cueva de José María o las Cuevas del Lobero, que abren sus
puertas para conocer de cerca la comodidad de estas viviendas y las sensaciones que despiertan al visitante de encontrarse como en su propia casa.