Van dos sacerdotes caminando por la
calle y en sentido contrario viene una bella mujer que se está pudriendo de lo buenota que está.
De pronto sopla el viento, le levanta la falda y se le ven unos carnosos muslos y una cadera suculenta.
- Padre, ¿usted no es sensible a estas situaciones?" dice uno de los sacerdotes.
- ¡Hermano, si la sotana fuera de hierro usted hubiese quedado sordo del campanazo!