No se preocupó mucho por sus estudios, y en realidad jamás terminó la enseñanza secundaria. Como pasaba más tiempo leyendo y chismorreando con sus
amigos que dedicado a su trabajo, perdió su puesto de administrador de
correos de la comunidad. “Que me cuelguen” dijo tras perder su empleo, “si intento estar a disposición de todo bribón ambulante que tenga dos centavos para invertir en un sello
postal”. En 1949 se le otorgó el
premio Nobel de Literatura… era William Faulkner.