En los años 40, Leonid Kulik murió luchando contra los nazis, y tras la Segunda Guerra Mundial los soviéticos quisieron enterrar el caso, afirmando que Kulik había descubierto un mini cráter, con lo cual todo habría sido obra, según los soviéticos, de un meteorito. Pero claro, ya era tarde para enterrar el asunto mintiendo de forma descarada, sacándose un cráter de la chistera una vez que estaba muerto el principal testigo.