El año pasado se requirió la presencia del médico rural que ejercía en la zona de Villagarcía de Arosa (Pontevedra, Galicia). Varios familiares llegaron a la consulta del médico diciendo que la abuela «no atendía a razones» y «que estaba despistada y muy rara». Al llegar a la casa, la anciana estaba postrada en el suelo con los ojos abiertos como platos. El médico comprobó sus constantes vitales y confirmó a la familia que lo que le ocurría a la «abuela» era que había fallecido (muy plácidamente,
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Abre la boca y no protestes, Manolo
El mismo galeno atendió en cierta ocasión a un señor que tenía una dolencia (no recuerdo cuál). Éste acudió con su esposa a la consulta y, como buena gallega, la señora era la que se encargaba de hablar y contarle todos los padecimientos al
médico. El médico examinó al paciente y le extendió una
receta que ponía algo así como:
— «Medicamento tal y cual: una pastilla al día con 2 o 3 galletas».
Como el medicamento era muy fuerte, el médico le indicó que
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