Según una antigua parábola japonesa, había un picapedrero japonés llamado Hashmu que era pobre y a veces refunfuñaba por sus tareas agotadoras. Un día, mientras estaba desmenuzando una
piedra, llegó el emperador montado en un hermoso
caballo. “ ¡Qué maravilloso sería si yo pudiera ser el emperador!”, pensó Hashmu. Y estando aun las palabras en su mente, una voz dijo: “ ¡Sea Hashmu el emperador!” Inmediatamente se convirtió en emperador.
Al seguir cabalgando, empezó a sentir el calor del sol. Después
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