Según estableció el zoólogo danés Ole Word en 1638, los cuernos de unicornios de las épocas medievales y renacentistas de Europa posiblemente eran ejemplares del colmillo del Narval, un cetáceo del Ártico. Se trataba de una mercancía muy valiosa, y vendían sus cuernos como si se trataran de cuernos de unicornios. Al ser de marfil, pasaban las distintas pruebas diseñadas para probar que eran cuernos falsos