Como se creía que estos cuernos tenían poderes mágicos, los vikingos y otros comerciantes nórdicos vendían su peso en oro. Isabel de Inglaterra tenía un ‘cuerno de unicornio’ en su armario de curiosidades traído por el explorador Martin Frobister en su regreso del Labrador en 1577. La descripción artística usual del cuerno espiralado de los unicornios proviene de esos colmillos.