Otra gamberrada infantil muy típica era la de llenar globos de agua y lanzarlos desde algún lugar alto a los transeúntes. Los globos de agua normalmente suelen ser pequeños, pero en una gamberrada infantil es como en una orgía a la fresca: vale todo. Así que los niños cogían globos normales y los llenaba de agua igual. Y a bombardear a los peatones cuales francotiradores apostados en un tejado. Normalmente no podían estar tirando globos mucho rato porque era fácil detectar de dónde salían los artefactos: la curiosidad de un niño es mucho mayor que su maldad, con lo cual al lanzarlos necesitaban ver cuál era su obra. Un señor con traje, una abuela con un pastel en la mano, un policía local de servicio... Todos empapados y mirando hacia arriba. ¿Y qué veían? Unas risas infantiles asomándose por un balcón que salían corriendo para dentro para que no les pillaran.