"Nada saltó del ataúd. Y aunque el hombre que yacía allí dentro hubiera querido saltar, no habría podido; tenía manos y pies sujetos con clavos al fondo del féretro. Tendría unos cincuenta años y llevaba una camisa y unos pantalones de pijama, las dos piezas cubiertas de sangre. Además de los pies y manos atravesados por gruesos clavos, tenía un crucifijo clavado en el corazón y otro en la frente... - ¿Quién es este tipo?, pregunté... -El hombre lobo, respondieron al unísono... -Era un hombre lobo cuando lo cogimos, pero tan pronto como lo matamos atravesando su corazón con la cruz, volvió a convertirse en hombre... La semana anterior, la gente del pueblo había encontrado en los campos los cadáveres mutilados de cuatro personas, un hombre, dos mujeres y un niño... Dos noches más tarde, tres vecinos vieron una criatura extraña del tamaño de un hombre, que caminaba sobre las patas traseras. Su cuerpo estaba cubierto de pelo largo y negro, y tenía una cola larga. Encima de la cabeza, que era la de un perro enorme, brillaba una luz débil. Y sus ojos eran de color rojo".