La diversidad de la experiencia mística
¿Podrían unirse todos los creyentes basándose en el común denominador de la experiencia religiosa?
Las religiones ofrecen maneras por las cuales la gente puede ser parte de experiencias tan profunda que a menudo se las describe como de "otro mundo". Son experiencias de éxtasis, sabiduría, amor, unión con dios. La experiencia mística es difícil de describir con palabras porque parece alejada de lo mundano. Es posible que todas las experiencias místicas se correspondan con un mismo patrón cualquiera sea la religión que las origine, pero al ser la mística una vivencia claramente subjetiva, tampoco podemos afirmarlo contundentemente. Por ejemplo, puede ser que en algunos casos se enfatice la relación con el prójimo y en otros, el desapego por la realidad. La diversidad está presente también en la base de la mística porque cada religión tiene un sistema de creencias y valores que le da una estructura diferente.
Si las religiones van a esforzarse entre sí, con el objetivo de lograr el bien común, es una condición necesaria aceptar la diversidad y reconocer las diferencias. No se trata de forzar igualdades donde no las hay, sino de respetar lo diferente. El "cielo" occidental, no es equivalente al "nirvana" oriental. Porque en el "cielo", lo vincular es relevante mientras que en el "nirvana" supone una anulación del ego. Cada camino es distinto. Cada sendero tiene sus propias dificultades.
Pero más allá de la diversidad, la regla de oro es un precepto moral que transciende incluso la esfera religiosa: una obligación para todos los creyentes y los no creyentes. EN el corazón de cada religión está el sengyo o el principio de la red de pesca que el budismo zen derivó del Chuang-tse:
La red de pesca se construye para atrapar peces: deberíamos guardar un pez y olvidarnos de la red. Una trampera se utiliza para atrapar un conejo: deberíamos guardar el conejo y olvidarnos de la trampera. Las palabras se utilizan para transmitir el significado; deberíamos guardar el significado y olvidar las palabras
¿Podrían unirse todos los creyentes basándose en el común denominador de la experiencia religiosa?
Las religiones ofrecen maneras por las cuales la gente puede ser parte de experiencias tan profunda que a menudo se las describe como de "otro mundo". Son experiencias de éxtasis, sabiduría, amor, unión con dios. La experiencia mística es difícil de describir con palabras porque parece alejada de lo mundano. Es posible que todas las experiencias místicas se correspondan con un mismo patrón cualquiera sea la religión que las origine, pero al ser la mística una vivencia claramente subjetiva, tampoco podemos afirmarlo contundentemente. Por ejemplo, puede ser que en algunos casos se enfatice la relación con el prójimo y en otros, el desapego por la realidad. La diversidad está presente también en la base de la mística porque cada religión tiene un sistema de creencias y valores que le da una estructura diferente.
Si las religiones van a esforzarse entre sí, con el objetivo de lograr el bien común, es una condición necesaria aceptar la diversidad y reconocer las diferencias. No se trata de forzar igualdades donde no las hay, sino de respetar lo diferente. El "cielo" occidental, no es equivalente al "nirvana" oriental. Porque en el "cielo", lo vincular es relevante mientras que en el "nirvana" supone una anulación del ego. Cada camino es distinto. Cada sendero tiene sus propias dificultades.
Pero más allá de la diversidad, la regla de oro es un precepto moral que transciende incluso la esfera religiosa: una obligación para todos los creyentes y los no creyentes. EN el corazón de cada religión está el sengyo o el principio de la red de pesca que el budismo zen derivó del Chuang-tse:
La red de pesca se construye para atrapar peces: deberíamos guardar un pez y olvidarnos de la red. Una trampera se utiliza para atrapar un conejo: deberíamos guardar el conejo y olvidarnos de la trampera. Las palabras se utilizan para transmitir el significado; deberíamos guardar el significado y olvidar las palabras