Durante las cruzadas, los árabes tuvieron una mujer que tomó el lugar de su esposo caído en combate. La esposa de un arquero que murió en la Batalla de Damasco recogió su arco y se unió inmediatamente al conflicto. Hirió con una flecha al portaestandarte de los cruzados y con otra al comandante, dañando su moral y contribuyendo a la victoria árabe.