Emily Dickinson, cuya poesía emociona ahora a millones de personas, dio vuelo a su imaginación en lo concerniente a la Tierra, el firmamento y el mismo cielo. Pero sólo abandonó Massachusetts, su estado natal, una única ocasión, para visitar a su padre en Washington, donde era diputado. Se convirtió en una auténtica reclusa, que no permanecía en la misma habitación con sus visitas, sino que hablaba con ellos desde una habitación vecina.