Aunque no estaba ciego, pero tenía vista deficiente, Aldous Huxley aprendió braille para poder dar descanso a sus ojos doloridos, sin tener que renunciar a la lectura, de la que tanto disfrutaba. Una de las compensaciones, decía Huxley, era el placer de leer en la cama en la oscuridad, con el libro y las manos cómodamente bajo los cobertores.