Profecías célebres
Entre las muchas profecías que en todos los tiempos se han hecho, hay algunas tan verdaderamente notables, que merecen ser consignadas. Así, por ejemplo, nos encontramos con que Samuel predijo el advenimiento del Mesías; que Balaam anunció la destrucción de Israel y anticipó los grandes destinos del cristianismo; que Nostradamus vaticinó la muerte de Enrique II de Francia, y que San Malaquías (1094-1148), arzobispo de Armagh, Irlanda, dejó escritas unas profecías ignoradas durante casi cinco siglos, acerca de los papas. Las más célebres de este santo, son las relacionadas con los pontificados de Gregorio XIV (Nicolás Sfondrato[1590-1591]), cuyo lema fue De antiquitate urbis, «de la antigüedad de la ciudad», que viene muy a propósito por descender Nicolás de antigua familia milanesa; de Clemente XIV (Juan Antonio Vicente Ganganelli [1769-1774]), designado por la profecía con las palabrasUrsus velox, «el oso que llega velozmente», palabras con que se quiso hacer alusión a la Revolución Francesa, de la que fue testigo y víctima su sucesor, Pío VI (Juan Angel Braschi [1775-1799]), cuyo lema fue Peregrinus apostolicus, «viajero apostólico», profecía que se cumplió de un modo exacto, ya que el papa se trasladó a Venecia en 1792, y posteriormente, en 1798, fue sacado de Roma por los ejércitos del Directorio francés, y conducido hasta Valence, donde murió desterrado. Le sucedió Pío VII (Gregorio Bernabé Luis Chiaramonti [1800-1823]), que tuvo por lema Aquila rapax, «águila rapaz» y fue el águila imperial de Napoleón, que lo sacó de Roma para llevarlo a Fontainebleau. León XII (Aníbal della Genga [1823-1829]), su sucesor tuvo por emblema las palabras Canis et coluber, «el perro y la serpiente», palabras que han simbolizado al guardián de los dogmas y de la fe y a las sociedades secretas que los combaten. La divisa de Pío VIII (Francisco Javier Castiglioni [1829-1830]), fue Vir religiosus, «varón religioso», y cuyo corto pontificado en nada se destacó a no ser por la publicación de su encíclica de tonos violentos contra el matrimonio civil, la tolerancia religiosa, etc. Le sucedió Gregorio XVI (Mauro Capellari [1830-1846]), que pertenecía a la orden de los camaldulenses, y cuya divisa fue De Balnes Etruriae, «De Balnes, en Etruria». A Pío IX (Juan María MastaiFerreti[1846-1878]) le correspondió el lema Crux de cruce, «la cruz que viene de la cruz», y presenció la anexión de los Estados Pontificios por la Casa de Saboya, en cuyas armas campea, precisamente, una cruz. La divisa del papa León XIII (Joaquín Vicente Pecci [1878-1903]), Lumen in coelo, «luz en el cielo», se refiere tanto a la luz de las maravillosas encíclicas que publicó acerca de las cuestiones del dogma católico como al cometa que figura en el blasón de los Pecci. Le sigue en el papado San Pío X (José del Sarto [1903-1914]), cuyo lema Ignis Ardens, «fuego ardiente», fue el vaticinio de su celo religioso, así como el anuncio de la guerra que asoló a Europa, anuncio que se vio confirmado después por la divisa Religio depopulata, «religión desolada», que corresponde a Benedicto XV (Jacobo della Chiesa [1914- 1922]), que fue testigo de la guerra de 1914-1918. A su sucesor Pío XI (Aquiles Ratti [1922-1939]), le correspondió la divisa Fides intrepida, «fe intrépida», palabra con que se interpreta su brillante pontificado. A Pío XII (Eugenio Pacelli [1939-1958]) le correspondió la divisa Pastor angelicus, «pastor angélico»; a Juan XXIII (Angel José Roncalli [1958-1963]), la de Pastor et nauta, «pastor y piloto», y a Paulo VI (Juan Bautista Montini, elegido en 1963), la de Flors florum, «flor de las flores». Las profecías de San Malaquías no terminan aquí, vaticinan también el pontificado de sólo cuatro papas más, cuyas divisas serán: De medietate lunae, «de la mitad de la luna»; De labore solis, «del trabajo del sol»; De gloria olivae, «de la gloria del olivo», y por último, y sin lema alguno, Pedro Romano, del que la profecía hace el siguiente vaticinio: «En la persecución final de la Santa Iglesia Romana ocupará el trono pontificio Pedro Romano, que apacentará las ovejas en medio de numerosas tribulaciones; cuando éstas hayan terminado, la ciudad de las siete colinas será destruida y el terrible Juez juzgará a su pueblo.» No se consignan aquí, por lo conocidas y porque se encuentran en el Antiguo Testamento, las predicciones de los profetas mayores y menores.
Entre las muchas profecías que en todos los tiempos se han hecho, hay algunas tan verdaderamente notables, que merecen ser consignadas. Así, por ejemplo, nos encontramos con que Samuel predijo el advenimiento del Mesías; que Balaam anunció la destrucción de Israel y anticipó los grandes destinos del cristianismo; que Nostradamus vaticinó la muerte de Enrique II de Francia, y que San Malaquías (1094-1148), arzobispo de Armagh, Irlanda, dejó escritas unas profecías ignoradas durante casi cinco siglos, acerca de los papas. Las más célebres de este santo, son las relacionadas con los pontificados de Gregorio XIV (Nicolás Sfondrato[1590-1591]), cuyo lema fue De antiquitate urbis, «de la antigüedad de la ciudad», que viene muy a propósito por descender Nicolás de antigua familia milanesa; de Clemente XIV (Juan Antonio Vicente Ganganelli [1769-1774]), designado por la profecía con las palabrasUrsus velox, «el oso que llega velozmente», palabras con que se quiso hacer alusión a la Revolución Francesa, de la que fue testigo y víctima su sucesor, Pío VI (Juan Angel Braschi [1775-1799]), cuyo lema fue Peregrinus apostolicus, «viajero apostólico», profecía que se cumplió de un modo exacto, ya que el papa se trasladó a Venecia en 1792, y posteriormente, en 1798, fue sacado de Roma por los ejércitos del Directorio francés, y conducido hasta Valence, donde murió desterrado. Le sucedió Pío VII (Gregorio Bernabé Luis Chiaramonti [1800-1823]), que tuvo por lema Aquila rapax, «águila rapaz» y fue el águila imperial de Napoleón, que lo sacó de Roma para llevarlo a Fontainebleau. León XII (Aníbal della Genga [1823-1829]), su sucesor tuvo por emblema las palabras Canis et coluber, «el perro y la serpiente», palabras que han simbolizado al guardián de los dogmas y de la fe y a las sociedades secretas que los combaten. La divisa de Pío VIII (Francisco Javier Castiglioni [1829-1830]), fue Vir religiosus, «varón religioso», y cuyo corto pontificado en nada se destacó a no ser por la publicación de su encíclica de tonos violentos contra el matrimonio civil, la tolerancia religiosa, etc. Le sucedió Gregorio XVI (Mauro Capellari [1830-1846]), que pertenecía a la orden de los camaldulenses, y cuya divisa fue De Balnes Etruriae, «De Balnes, en Etruria». A Pío IX (Juan María MastaiFerreti[1846-1878]) le correspondió el lema Crux de cruce, «la cruz que viene de la cruz», y presenció la anexión de los Estados Pontificios por la Casa de Saboya, en cuyas armas campea, precisamente, una cruz. La divisa del papa León XIII (Joaquín Vicente Pecci [1878-1903]), Lumen in coelo, «luz en el cielo», se refiere tanto a la luz de las maravillosas encíclicas que publicó acerca de las cuestiones del dogma católico como al cometa que figura en el blasón de los Pecci. Le sigue en el papado San Pío X (José del Sarto [1903-1914]), cuyo lema Ignis Ardens, «fuego ardiente», fue el vaticinio de su celo religioso, así como el anuncio de la guerra que asoló a Europa, anuncio que se vio confirmado después por la divisa Religio depopulata, «religión desolada», que corresponde a Benedicto XV (Jacobo della Chiesa [1914- 1922]), que fue testigo de la guerra de 1914-1918. A su sucesor Pío XI (Aquiles Ratti [1922-1939]), le correspondió la divisa Fides intrepida, «fe intrépida», palabra con que se interpreta su brillante pontificado. A Pío XII (Eugenio Pacelli [1939-1958]) le correspondió la divisa Pastor angelicus, «pastor angélico»; a Juan XXIII (Angel José Roncalli [1958-1963]), la de Pastor et nauta, «pastor y piloto», y a Paulo VI (Juan Bautista Montini, elegido en 1963), la de Flors florum, «flor de las flores». Las profecías de San Malaquías no terminan aquí, vaticinan también el pontificado de sólo cuatro papas más, cuyas divisas serán: De medietate lunae, «de la mitad de la luna»; De labore solis, «del trabajo del sol»; De gloria olivae, «de la gloria del olivo», y por último, y sin lema alguno, Pedro Romano, del que la profecía hace el siguiente vaticinio: «En la persecución final de la Santa Iglesia Romana ocupará el trono pontificio Pedro Romano, que apacentará las ovejas en medio de numerosas tribulaciones; cuando éstas hayan terminado, la ciudad de las siete colinas será destruida y el terrible Juez juzgará a su pueblo.» No se consignan aquí, por lo conocidas y porque se encuentran en el Antiguo Testamento, las predicciones de los profetas mayores y menores.