En sus inicios, la guerra se caracterizó por una serie de inesperadas victorias de los ingleses, normalmente debidas a la pericia de los arqueros que, con sus armas de largo alcance, barrían las hordas de vistosas armaduras de la caballería francesa. Sin embargo, los ingleses no consiguieron alcanzar una victoria definitiva y los franceses lograron rehacerse. Inspirados por Juana de Arco, una joven campesina que decía actuar bajo mandato divino, los franceses contraatacaron triunfando con la toma de Burdeos en 1453. La única posesión que les quedó a los ingleses en el continente fue la de Calais (aunque no por mucho tiempo).