En un pueblo de Málaga, tal vez Alhaurín, era muy conocido un personaje al que llamaban "Pepito el rapsoda". En su pueblo eran tan admiradas sus cualidades poéticas como su ingenuidad e inocencia. Con motivo de la visita del obispo el Jueves Santo, en el momento que pasaba el paso de Jesús Nazareno delante de su eminencia, solicitado por sus vecinos, recitó a pleno pulmón la siguiente extraordinaria coplilla:
Lo coronaron de espinas
a pique de dejarlo tuerto
¡qué hijos de la gran puta!
¿No es p’a cagarse en sus muertos?
Lo coronaron de espinas
a pique de dejarlo tuerto
¡qué hijos de la gran puta!
¿No es p’a cagarse en sus muertos?