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FREILA: Antes de retirarnos, nos permitíamos el lujo de un...

Antes de retirarnos, nos permitíamos el lujo de un buen aseo, gracias al cacharro de que disponíamos. El artefacto se iba por dos agujeros y sólo se podía usar si se tapaban con migas de pan... ¿pero qué más daba? Era una palangana de verdad, que se mantenía sobre un pie de verdad. Contenía agua auténtica, y hasta un trozo de jabón, ¡lujo supremol Bueno, lo que llamaban jabón no era más que una pasta pegajosa de procedencia dudosa y olor asqueroso; pero hacía espuma, aunque no mucha.
Teníamos para las cinco dos mantas. Tirábamos una en el suelo, la que no habíamos sido capaces de limpiar, y nos tapábamos con la otra. En general no podíamos decir que estuviésemos muy cómodas. La primera noche llovió, y el viento soplaba entre los resquicios- de las maderas. El destartalado tejado dejaba pasar la lluvia, y tuvimos que cambiarnos muchas veces, huyendo de los charcos. Sin embargo, después de haber conocido los horrores de la barraca, aquello era un paraíso. De día en día fueron mejoran o nuestras condiciones de vida. Teníamos cierta medida de independencia, relativa, claro está; pero podíamos hablar y éramos libres de ir al evacuatorio cuando lo necesitábamos. Los que no se han visto nunca privados de estas pequeñas libertades no son capaces de imaginarse lo preciosas que pueden llegar a ser.