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El pochoclo
Tiene su origen en la América precolombina. Cuando los españoles llegaron a América, fueron recibidos por nativos que les ofrecían collares confeccionados con ellos. Por ejemplo, en 1510, Hernán Cortés y sus hombres se quedaron sorprendidos por unos extraños amuletos que los sacerdotes aztecas portaban en las ceremonias. Los adornos estaban hechos con sartas de palomitas de maíz.

Esta gramínea se conoce en el Nuevo Mundo desde hace unos 6.000 años. Los amerindios habían observado que sólo estallaban en la sartén los granos que contenían una cierta cantidad de agua. Hoy sabemos que el maíz debe tener un 14 por ciento de agua para que por acción del calor se evapore y rompa la cáscara del grano. El resultado es una masa blanca y esponjosa que son las flores de maíz conocidas también como palomitas de maíz o pororó, palabra que deriva del guaraní y que significa estruendo, ruido violentó.

Los indígenas los preparaban de tres formas diferentes: insertaban una mazorca en un palo y la tostaban al fuego; luego recogían los granos que estallaban. Otra técnica consistía en separar los granos y arrojarlos directamente al fuego. La tercera manera de hacer pochoclo era poniendo al fuego una vasija con granos gordos de arena en su interior que, al calentarse, hacían estallar el maíz.
Las primeras máquinas especialmente concebidas para la fabricación de pochoclo aparecieron en 1880.