Jete es un pequeño casco urbano que comparte
historia con el resto de la comarca costera granadina; es decir, contacto con las primeras civilizaciones que llegaron por
mar a la península Ibérica, caso de los fenicios, y momentos de desarrollo tras la invasión musulmana gracias a su enclave escarpado y a sus fértiles tierras. Vivió un periodo de considerable zozobra hasta la definitiva conquista cristiana, después sufrió las consecuencias de la guerra de los moriscos y su posterior derrota y expulsión, y más tarde padeció las continuas incursiones de los piratas berberiscos que obligaron a establecer baluartes defensivos. En el último tercio del siglo XX ha conocido una nueva etapa de prosperidad gracias al desarrollo de la
agricultura tropical y a la atracción que representa para el turismo.
Aunque hay constancia de asentamientos humanos en el lugar desde el Neolítico, con enterramientos en
cuevas y cistas y abundante industria lítica y
cerámica, el origen del actual asentamiento (constatado documentalmente) hay que buscarlo en época árabe, cuyos geógrafos nos hablan ya desde los siglos XI y XII de Set, Xet, Yeth (denominación que significa orilla o ribera) como una alquería perteneciente al alfoz de
Almuñécar.
Este
pueblo morisco, ocupado a partir de 1573 por repobladores cristianos de diversa procedencia geográfica, se halla actualmente enterrado bajo una gruesa capa de limo debido a las aportaciones tanto del
río Verde como del barranco de la Torrontera. En la parte alta se ubican la mezquita y el
cementerio. Había, incluso un pequeño núcleo de
casas al otro lado del río.
Según consta documentalmente, las casas eran pequeñas, construidas con
piedra o ladrillo y adobe y con cubiertas de cañizo y tejas, hallándose en precarias condiciones de habitabilidad. Por su
plaza discurría el
camino real de Almuñécar a
Granada.
Para escapar a las frecuentes y terribles avenidas del río, el pueblo creció escalando las laderas del
monte a ambos lados del barranco de la Torrontera, que lo dividía en dos, tal como lo atestiguan el Catastro del Marqués de la Ensenada (1752) y el de Pascual Madoz (1845-1850). Dicho barranco continuó anegando la parte baja del pueblo, por lo que hubo de ser encauzado mediante un muro a modo de espigón que aún hoy se conserva.
La economía de Jete siempre estuvo basada en la agricultura. Ya en época árabe gozaron de merecida fama sus uvas, pasas e higos, aunque tras la repoblación cristiana (1573), la agricultura quedó un tanto abandonada. Con el tiempo volvió a recuperar la excelencia de tales productos, a los que añadió un abundante cultivo de la caña de azúcar a partir del s. XVIII y se construye la
Fábrica Trapiche (1736), la primera importante que hubo en Jete. Desde finales del s. XIX se incrementa el cultivo de la caña debido a la
ruina de las viñas tras el desastre de la filoxera, lo que conlleva la construcción de otras
fábricas en el municipio a la vez que se produce una emigración de sus habitantes especialmente a América del Sur. Tras un período de tiempo en que se alternan momentos de auge con otros de decadencia, el cultivo de la caña se fue abandonando y sufrió un rápido declive a partir de los años 50, siendo sustituido por los cultivos de subtropicales, base de la economía actual.
En otro orden de cosas, tras la repoblación cristiana se concedió a Jete la categoría de lugar y contaba para su administración con dos alcaldes ordinarios (renovados anualmente), dos regidores o concejales y un alguacil hasta que en 1834 y mediante Real Decreto se le concede la categoría de pueblo, comenzando su andadura como municipio autónomo.