Juviles tiene su origen en los primeros años de la dominación musulmana, como demuestra la fortaleza que aquí se construyó en el siglo VIII y que tuvo ingular importancia en los siguientes, dada su posición estratégica y porque servía como
refugio a los vecinos de poblaciones vecinas cuando había peligro de guerra o escaramuzas. Abderramán III la conquistó en el año 913 y durante la campaña de
Granada adquirió especial protagonismo pues opuso férrea resistencia hasta el punto de que Fernando el Católico mandó que la destruyeran para evitar alzamientos posteriores. Juviles llegó a ser cabeza de la Tahá de su nombre que englobaba a doce lugares y veintitrés anejos. Prestó su decidido apoyo al caudillo Abén Humeya durante la rebelión morisca y pagó duramente las consecuencias. Una vez expulsados los moricos tras la victoria
militar de Juan de
Austria, a finales del siglo XVI, fue repoblado el lugar, como toda la comarca, con cristianos viejos procedentes principalmente de Castilla.
En el siglo X, los habitantes de Juviles, amparados por su inexpugnable
castillo, se adhirieron al movimiento que contra el emirato de
Córdoba liderara el caudillo rondeño ´Umar ibn-Hafsum; fue el propio Abderramán III, primer califa de Córdoba, quien intervino (913) en el sometimiento de los rebeldes. Tras la conquista de Granada (1492), los Reyes Católicos mandaron destruir el castillo de Juviles. En 1568 un rico terrateniente de la Alpujarra granadina, Hernando de Válor, que tomó el nombre de Abén Humeya, se levantó en armas contra Felipe II, provocando una revuelta general entre los moriscos de todo el reino de Granada. Disensiones internas entre los propios moriscos, que acabaron dando muerte a Abén Humeya (1569), permitieron que Juan de Austria acabara pronto con el levantamiento, siendo Juviles uno de los
pueblos más castigados en la dura represión de las tropas cristianas. Los moriscos serían definitivamente expulsados en 1609. La Alpujarra se fueron poblando luego con campesinos procedentes de
Galicia,
León,
Asturias y Castilla.
Durante la reconquista, presentó firme resistencia a las tropas cristianas. Esto motivó que una vez capturada la
plaza, el rey Fernando el Católico ordenara su destrucción para evitar que volviera a servir de refugio a los rebeldes.
El siglo XVI supone un serio revés para la localidad: el apoyo ofrecido a la rebelión morisca le reporta una dura represalia. La población fue expulsada tras la victoria cristiana y la villa repoblada con castellanos
Fue la cabeza de la Taha de Jubiles, la cual aglutinaba hasta 12 lugares.