La
Sierra de
Limones fue ese lugar mágico, por donde siempre salía el sol. Siempre la vimos como una referencia, como un punto fijo ahí señalado, o el inicio de una dura jornada de trabajo. Cuando los primeros destellos de sol daban en los lomos de los agricultores seguramente el sudor ya caía por sus espaldas, pero ese sorprendente chorro de luz abriendo el día provocaba los primeros estiramientos, como preludio al "bocado" o primera parada que se hacía un poco más tarde, cuando ya se llevaba un rato trabajando.