En 1765, un mesonero apellidado Boulanger abrió en París una casa de comidas y a la puerta colgó el siguiente letrero: "Venid a mi casa, hombres de estómagos cansados, y yo os restauraré".
La frase tuvo tal éxito que, desde entonces, todas las casas de comidas se llaman "Restaurantes".
Además debido a ala fama de su repostería, Boulanger también es el "culpable" de que en Francia a las pastelerías se les llamen "Boulangeries".